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Las redes sociales han hecho del mundo un lugar mejor… por ahora

Las redes sociales han hecho del mundo un lugar mejor...por ahora

 

El primer tuit de la historia fue algo tan anodino como: “Configurando mi twttr” (“Just setting up my twttr”), que fue lo que escribió Jack Dorsey, el CEO de Twitter, el 21 de marzo de 2006. Diez años después de ese comienzo tan poco prometedor, los 320 millones de usuarios activos cada mes mandan cientos de millones de tuits al día. Por muy incierto que sea el futuro de la compañía y por muy irrelevantes que sean la mayoría de esos tuits, Twitter y otras redes sociales forman parte de una revolución mucho más amplia de la manera en la que nos comunicamos.

Tuit

Las redes sociales e internet han otorgado un mayor poder a la gente pero también crean nuevos riesgos

El escepticismo inicial sobre el impacto político de las redes sociales se ha disipado. Con la llegada de los “smartphones”, las aplicaciones de mensajería instantánea y los servicios de video en “streaming”, las redes sociales y la mensajería instantánea se han convertido en el eje central de cualquier tipo de acción colectiva.

Estas, permiten a personas con las mismas ideas o ideales encontrarse en su ecosistema de manera rápida; facilitan la difusión de su mensaje, ayudan a coordinar la movilización de la gente y permiten a movimientos de protesta nacientes funcionar sin la necesidad de un líder o una organización que los impulse, por lo menos en sus etapas iniciales.

Todos estos beneficios son bienvenidos, la red de microblogging y demás plataformas similares han hecho del mundo un lugar más libre y democrático. Han permitido dar voz a las personas a las que se le niega y no solo en países con regímenes totalitarios. Gracias a ellas, diferentes iniciativas en distintas partes del mundo lograron gran éxito y reconocimiento de los medios de comunicación, como pudo ser, entre otros, el movimiento del 15M en España.

Pero todos estos beneficios tienen su lado negativo y las redes sociales, que han dotado a la gente de mayor libertad, también han facilitado otros tipos de activismo que es más peligroso: grupos xenófobos alemanes y el Estado Islámico, entre otros, hacen uso de estas mismas tecnologías para organizarse y planificar sus acciones.

El control del big data que generan las redes sociales

Mientras estas redes sociales democratizan la manera en la que la gente se expresa y el intercambio de información, los datos que generan también pueden usarse para ejercer un control sobre esas libertades; y es que las campañas online dejan una huella digital que puede ser analizada incluso en tiempo real.

RRSS

Otra vez Twitter es un buen ejemplo: aquellos con acceso a sus millones de tuits pueden mapear una red de activistas, analizar lo que están hablando e identificar a los más influyentes. Esta corriente de información digital es una mina de oro para las agencias de inteligencia y, en especial, para los gobiernos totalitarios que las usan como herramienta de vigilancia. Es cierto que los ciudadanos pueden encriptar sus comunicaciones para protegerse del control del Estado, pero estos conocimientos no están al alcance de cualquiera y su uso hace de las redes sociales lugares menos sociales.

Las redes sociales son propiedad de empresas

Las redes sociales las han creado empresas y como cualquier empresa deben obtener beneficios para subsistir, haciendo que, a veces, obtengan beneficios económicos de la información que manejan.

Facebook, por ejemplo, permite a los partidos políticos precargar su lista de votantes e insertar anuncios a mediad en su “newsfeed”. Esto puede exacerbar la polarización política evitando que votantes con una tendencia identificada vean anuncios que no corresponden a sus creencias. Por si fuera poco, estas campañas no son para nada baratas, por lo que dan una mayor ventaja a aquellas empresas que manejan mayor cantidad de datos y cuyos candidatos cuentan con mayores recursos económicos.

La visión originaria de internet, como una auto-regulada ciber-utopía, hace tiempo que pasó a la historia pero se mantiene como un bien común. El peligro es que la centralización de los datos que intercambiamos en internet pueda deshacer muchos de los logros democráticos que las redes sociales y otras tecnologías han conquistado.

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