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El poder de la economía de los datos

El poder de la economía de los datos

Un nuevo producto está haciendo surgir una lucrativa nueva industria de rápido crecimiento, obligando a los reguladores antimonopolio a intervenir para regular y restringir su control: los datos. Los reguladores tienen el ojo puesto en las grandes multinacionales que manejan los datos y que están creando la llamada economía de los datos.

Las grandes empresas de esta nueva era

Alphabet (la matriz de Google), Amazon, Apple, Facebook y Microsoft son claramente las empresas más destacadas en este nuevo producto. Son las cinco compañías cotizadas más valiosas del mundo. Sus beneficios están subiendo como la espuma y, entre todas ellas, acumulan unos beneficios netos de más de 25.000 millones de dólares solo en el primer trimestre del 2017. De todo el dinero que se gastan online los estadounidenses, la mitad lo hace en Amazon. Google y Facebook representan casi la totalidad del crecimiento de los ingresos en publicidad digital en Estados Unidos en 2016.

Este dominio ha provocado que sean muchas las voces que piden dividir a estos gigantes para evitar un manejo ilícito de esta posición de monopolio. Este argumento carece de peso, ya que el tamaño en sí no es un crimen y el éxito que estos gigantes ha cosechado ha beneficiado de manera directa a sus clientes. Pocos son los que estarían dispuestos a vivir sin el motor de búsqueda de Google, la entrega en un día de Amazon o el tablón de noticias de Facebook.

¿Debería preocuparnos la economía de los datos?

Estas empresas no solo no hacen saltar alarmas en los test estándar antimonopolio, sino que tampoco estrangulan con los precios a sus clientes ya que la mayoría de sus servicios son gratuitos (los usuarios pagan, en efecto, entregándoles más datos).

Peso a esto, hay motivos por los que preocuparse. El control que tienen sobre los datos estas empresas de internet les otorga una gran cantidad de poder y las viejas reglas de competencia se han quedado anticuadas en esta economía de los datos.

Las autoridades no pueden seguir considerando únicamente el tamaño a la hora de intervenir en una fusión. Hoy en día deben tener en cuenta también el alcance los activos de datos de una empresa a la hora de evaluar el impacto del acuerdo. El precio de la compra debe ser considerado como una señal de que una empresa está comprando una amenaza incipiente, como en el caso de Facebook accediendo a pagar tanto por WhatsApp, que no tenía apenas beneficios.

También habría que dotar de mayor control a los proveedores de los datos, los clientes, sobre lo que ceden y lo que no. Una mayor transparencia ayudaría, las empresas podrían verse forzadas a revelar a los consumidores qué información guardan y cuánto dinero ganan por ella. Otra opción sería la obligación de compartir ciertos tipos de datos, siempre con el consentimiento del usuario, para generar una mayor competencia; tal y como Europa está haciendo con sus servicios financieros requiriendo a los bancos que los datos de sus clientes sean accesibles por terceros con la directiva PSD2directiva PSD2.

Estamos en un mundo en constante cambio y los reguladores deben acelerar para no quedarse atrás.

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