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Una revolución silenciosa de mil millones de personas

Una revolución silenciosa de mil millones de personas

Aadhaar es una palabra hindú que significa “base” o “fundamento”. Conviene asimismo decir que Aadhaar es también el nombre de un programa de identificación biométrica que supone la base de una revolución silenciosa en India.

India está empleando la última tecnología para superar décadas de una inversión deficitaria que ha llevado a registros oficiales incompletos, un gran analfabetismo y a que millones de personas hagan sus vidas al margen de la economía oficial.

La incapacidad de identificar la identidad de una persona impide que se realicen las tareas más básicas –abrir una cuenta corriente, presentar declaraciones fiscales o reclamar asistencia gubernamental- que la población de países más ricos dan por garantizadas. Los registros deficitarios allanan el camino para abusos como el robo de identidades o el fraude.

Durante los últimos años, el país ha estado elaborando una base de datos que asigna un número de identificación único de doce dígitos a cada persona, vinculado a información biométrica como las huellas dactilares y escáneres de iris. Más de 1.100 millones de personas, de una población de cerca de 1.300 millones, ya han sido registradas.

Aunque en un primer momento fue voluntario, la verificación Aadhaar es un requisito necesario para firmar un contrato de telefonía móvil, comprar un billete de tren e incluso solicitar alimento gratuito en el colegio.

Un analista elogió a este sistema como la primera ‘infraestructura digital nacional’ del mundo, un éxito a la altura de la construcción de los ferrocarriles británicos durante la Revolución Industrial, o de las autopistas interestatales que contribuyeron a la pasión de Estados Unidos por los coches.

La esperanza es que este sistema finalmente cree la base de la próxima generación de servicios financieros digitales –posibilitando pagos digitales a través de diferentes plataformas, abriendo cuentas bancarias con un ‘selfie’ u otras cuestiones que todavía no han sido ni soñadas-.

Las start-up tecnológicas, los bancos internacionales y compañías de capital riesgo han dicho que están promoviendo la investigación de nuevos servicios que pueden aprovechar la base de datos. Si triunfa, India se convertiría en el inesperado campeón de una nueva economía digital global.

Todavía es muy pronto para decir si el sistema cumplirá con las expectativas, pero es un buen ejemplo de cómo un país con limitación de recursos puede utilizar tecnologías novedosas y asequibles –Aadhaar ha costado cerca de 1.000 millones de dólares, una cantidad que haría funcionar al National Health Service de Reino Unido durante menos de tres días- para solucionar lo que parecía ser un problema sin solución.

Las autoridades señalan que ya están apreciando los beneficios. Por ejemplo, hay informes de que las inscripciones escolares se han desplomado ya que los estudiantes fantasmas pensados para reclamar subsidios gubernamentales adicionales han desaparecido ante el escrutinio renovado.

Sin embargo, los críticos han denunciado que la base de datos es una gran invasión de la privacidad, en medio de preocupaciones relacionadas con que los datos personales puedan haber sido mal gestionados y que una protección inadecuada haya podido permitir que algunas personas se registren con nombres falsos. Algunos escáneres no han sido capaces de leer las huellas digitales de trabajadores manuales al tenerlas demasiado desgastadas.

Ningún sistema es perfecto, especialmente uno creado a tal escala. En una época en la que la vigilancia masiva se está volviendo más frecuente, los críticos están naturalmente recelosos. Pero cuando los gobiernos de cualquier parte recaban habitualmente información personal para emitir documentos de identidad, números de la seguridad social y carnets de conducir, ¿es realmente lo que propone India tan intrusivo o poco razonable?

El país todavía sufre de un problema de imagen más allá de sus fronteras. Es cierto que la pobreza absoluta, la burocracia excesiva, las infraestructuras poco fiables y el inmovilismo social son problemas profundamente arraigados que no se van a solucionar pronto. Pero Aadhaar es un ejemplo brillante de la otra cara de este país –una cara que demuestra la tremenda habilidad de su sensacional población y que les permite distinguirse a pesar de los obstáculos-.

Nuestros compañeros de renta variable han estado invirtiendo en India desde principios de los noventa, cuando empezaron a ver lo que podía lograrse cuando un poco de espíritu emprendedor contaba con el respaldo del sector privado y no tenía barreras burocráticas.

Nos ha emocionado el progreso que se ha logrado con reformas que, junto a la gestión sensata de la economía, podrían reducir la inflación estructural de los bienes. Ya ha sido una noticia fantástica para el mercado de bonos del país.

Kenneth Akintewe, gestor senior de inversiones en Aberdeen Asset Management

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