Durante semanas el embargo de facto que había entre EE. UU. y China ha tenido a la economía global al borde del abismo. Desde el 11 de mayo hay una tregua en esta guerra comercial que durará 90 días mientras ambos países negocian, pero no olvidemos que estamos lejos de una paz duradera.
Mientras los mercados se regocijan y los seguidores de Trump aplauden sus estrategias para negociar no debemos olvidar que China sigue sujeta al 10% de aranceles universales que el presidente de EE. UU. impuso a todos los países. A esto hay que sumarle un 20% extra que Trump impuso a China por, según palabras del presidente estadounidense, producir fentanilo además de extras al acero, aluminio, automóviles, etc.
Ya en su primer mandato, tras la primera escalada en la guerra comercial con China ambos países llegaron a una serie de acuerdos que ninguno ha cumplido, al menos en su totalidad. China es consciente que EE. UU. está maniobrando para que más países reduzcan su comercio con el gigante asiático por lo que la tensión entre ambos países sigue creciendo pese a la tregua.
Pese a que tanto EE. UU como China puede que aguanten, mejor o peor, el “golpe” la economía global, que se basa en principios del libre comercio instaurados tras la Segunda Guerra Mundial, puede ver reducido en dos quintos el crecimiento global por la guerra comercial entre estos dos gigantes.
El problema es que los analistas creen que en el mejor de los casos la situación se mantendrá tal y como está ahora con la tregua y que la guerra comercial sólo puede empeorar y no saben cuánto. Esta incertidumbre es la que hace daño en el día a día ya que nadie sabe cómo planificar en el corto y medio plazo. Por eso es bueno recodar frente a la euforia de los mercados que estamos ante una tregua en esta guerra comercial y que estamos lejos de una paz definitiva, al menos durante los tres años y medio que le quedan de mandato a Trump.