Ya sabemos que pedir calma en momentos de pánico bursátil es como pedir lluvia en mitad del desierto. La reciente crisis china y el consiguiente desplome de los mercados internacionales de capitales no deberían alterarnos más de la cuenta. Al menos no sin tener todos los elementos de juicio a nuestro alcance.
Es cierto que la más que acentuada caída de las bolsas chinas supone una amenaza a los mercados de capitales, que tanto se han visto afectados (lo que demuestra una clara correlación de los mercados y una amplia exposición a estas bolsas), pero es bueno dejar el caso chino aparte para poder entenderlo con mayor profundidad y con la singularidad que se merece este gigante asiático. La devaluación del yuan ha incrementado las dudas sobre la intervención del Gobierno chino y, sobre todo, de la estabilidad político-normativa de este mercado.
Hay que entender que se ha desinflado el CSI 300 (compuesto por acciones A del mercado de Shanghai, altamente ilíquidas, apalancadas y que vienen de hincharse en una burbuja que le ha proporcionado subidas del 150%). A pesar de esto, todavía mantiene el 40% de ganancia. Evidentemente, esto demuestra más una corrección y una racionalización más que un mero desplome.
Eso por el lado chino. Por otro lado, como europeos que somos, lo que debería preocuparnos es el peligro de deflación, que los frágiles ritmos de crecimiento de las grandes potencias no ayudan a disipar. En Europa, sin embargo, a pesar de ser este un riesgo real, tenemos muchos otros indicadores de que las empresas a lo largo de nuestro continente mantienen ratios sólidos de beneficios a la vez que ganan en competitividad.
Lejos de amenazar a la idea de prosperidad europea, la bajada del crudo (debida fundamentalmente al aumento de oferta por parte de Irán y a la desaceleración del crecimiento chino que tanto determina el consumo global de crudo) ha supuesto una noticia positiva, reduciendo los costes de producción de las economías productoras del viejo continente. Es cierto que probablemente nos encontremos ante una corrección en los mercados más importantes, de forma más o menos severa. A nivel europeo y norteamericano, nos encontramos ante un periodo de asentar el crecimiento de la economía, un periodo para tomar aire y poder dar el siguiente paso hacia adelante, con un crecimiento más fuerte y estable.