En junio el periodo de expansión de la economía estadounidense cumplirá siete años de vida. Es mucho tiempo para un periodo de crecimiento económico, tan solo hubo tres periodos anteriores que duraron más tiempo. El récord está en diez años ¿Es esto lo habitual?
Es tentador mirar a esa marca de diez años y considerarla como la esperanza de vida máxima de una expansión económica en EEUU; y en consecuencia preocuparse porque los días de bonanza económica actual están contados.
¿Pero lo están? En rueda de prensa, Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal estadounidense, declaró en diciembre de 2015: “Considero que es un mito que las expansiones (económicas) tengan un tiempo máximo de vida.” Lo cierto es que se acaban. O la señora Yellen está equivocada o alguien se está cargando las expansiones antes de tiempo.
La recesión: “El mal” económico
Las recesiones, comúnmente definidas como dos trimestres consecutivos con caídas del PIB, forman parte de la vida y de la economía. Los impactos negativos sorpresa en el lado de la oferta las impulsan. Por ejemplo, el aumento de los precios del petróleo en 1973 golpeó a los consumidores de las economías desarrolladas como si de una subida de impuestos se tratara, disminuyendo su capacidad para gastar y, en consecuencia, haciendo que el PIB cayese.
Aunque suele ser más habitual tener que culpar a la debilidad en el lado de la demanda: la inestabilidad de los mercados financieros o el aumento de los tipos de interés tiende a provocar que la gente se aferre con firmeza al dinero en efectivo. El miedo resulta contagioso, lo que suele conllevar una espiral de pesimismo que se retroalimenta haciendo caer a la economía en estos periodos de contracción.
El timing del ciclo económico
No todas las expansiones económicas tienen una esperanza de vida tan corta como las de Estados Unidos. Holanda tiene el récord: la más larga acabó en 2008 y duró casi 26 años. Australia puede que la supere el año que viene, ya que el inicio de su expansión continuada se remonta a 1991. Si las expansiones tienen una esperanza de vida media, es superior a la década.
La noción de una recuperación eterna no es un concepto intuitivo. Los ciclos económicos finitos parecen tener más sentido: una economía que acaba de salir de una recesión debería tener muchas oportunidades para invertir, las cuales, una vez se agoten, harán más probable una nueva caída y vuelta a empezar.
Sin embargo, los ciclos económicos tal y como los conocemos no tienen por qué seguir ese patrón. En su lugar, es posible que la composición de crecimiento económico cambie mientras continúa la expansión. Un sector tecnológico en auge podría desviar capital que de otro modo iría destinado a infraestructura o al sector residencial. Dichas industrias podrían, en cambio, ser el motor del crecimiento cuando el auge de la tecnología acabe. Si se aprovechan todas las oportunidades de inversión domésticas el capital debería fluir hacia inversiones extranjeras, haciendo que el valor de la divisa se devalúe y ayudando así a los exportadores a seguir estimulando la economía. Mientras que el fin del auge de un sector no contagie pesimismo al resto de la economía, el espectáculo debería continuar.
¿Por qué debería entonces una economía entrar en recesión?
Antes de la segunda guerra mundial los bancos centrales jugaban un papel mucho más pequeño a la hora de estabilizar la economía. Las crisis económicas (desde terremotos a crisis financieras) aparecían de vez en cuando; cuanto más tiempo durase una expansión, mayor probabilidad había de que ocurriera algún problema económico que empujase a la economía a una recesión.
Después de la Gran Depresión, los gobiernos asumieron el trabajo de contrarrestar el pesimismo. Los grandes estados del bienestar proporcionaron “estabilizadores automáticos”, tales como aumentar el gasto destinado a beneficios por desempleo que inyectan dinero en la economía cuando se debilita el crecimiento. Los bancos centrales empezaron a manipular los tipos de interés de manera más activa para mantener el crecimiento y fueron adoptando objetivos para ayudar a instilar las expectativas de crecimiento sostenido.
Las expansiones económicas posteriores a la segunda guerra mundial duran más (y las recesiones menos) de lo que una vez lo hicieron, pero es cierto que el ciclo expansivo inmortal sigue siendo esquivo. Este final, el de una expansión económica, no ocurre tanto ya por el paso del tiempo como por la influencia de la acción de estos gobiernos. A principios de los 80, tanto Estados Unidos como el Reino Unido sufrieron recesiones que fueron deliberadamente inducidas con la intención de reducir la inflación galopante.
Solución o problema
En otros casos, el culpable de entrar en una recesión es un “error humano”. Como los directores de los bancos centrales admiten libremente, su control sobre la economía es imperfecto ya que los efectos de la regulación se aprecian con cierto retraso.
Como no se puede anticipar cada conmoción económica, un paso en falso puede empezar una recesión antes de que un banco central pueda responder de manera adecuada. O un banco central contrario a la inflación puede descubrir, después de ser demasiado tarde para hacer ajustes, que ha subido los tipos de interés con demasiada frecuencia. Lo que es peor, con muchas economías con los tipos de interés cercanos a cero, los bancos centrales se encuentran confiando en herramientas no convencionales cuyo margen de error es mayor.
Pero hay una diferencia entre mala suerte e imprudencia. Los bancos centrales, a los que les preocupa más una inflación elevada que una baja inflación, tenderán a abusar del uso de estas herramientas y se encontrarán entrando en recesión con cierta regularidad.
La Reserva Federal de Australia, por ejemplo, que tiene unos objetivos de inflación entre el 2% y el 3%, se ha fijado tanto un suelo como un techo. Esto le ayuda a prevenir caer en una recesión por equivocación y la prueba está, como mencionábamos antes, que llevan en expansión desde 1991.