Nos encontramos en una tesitura económica sin precedentes. Los tipos de interés están por los suelos y esto nos impide obtener una rentabilidad fija (que merezca la pena) a cambio de una inversión a largo plazo. Y decimos que merezca la pena porque aunque nos prometan una rentabilidad fija, hay varios factores a tener en cuenta.
Lo primero es entender cómo funciona un bono de renta fija. El inversor invierte una cantidad a cambio de recibir una rentabilidad anual durante un número determinado de años. Imagínate que inviertes 1.000€ en un bono a 3 años que te ofrece una rentabilidad anual del 0,8%. Recibirás 8€ al año, y al final del periodo establecido recibirías el principal más la rentabilidad del último año (1000€ del principal+8€ de los intereses del último año). Con lo cual, tu inversión inicial de 1.000€ se convertiría en 1.024€ pasados esos 3 años.
Aunque las ganancias sean un poco ridículas a cambio de no disponer de tu dinero durante 3 años, puede parecer una inversión muy buena si tienes una gran cantidad de dinero que invertir. Si en lugar de 1.000€ invirtiéramos 1.000.000€, el beneficio por esta inversión sería de 24.000, cantidad a tener en cuenta si la inversión es segura al 100% (que nunca lo es). Pero el problema es que, aunque fuera segura al 100%, estaría perdiendo dinero. ¿Cómo puede ser? La respuesta la encontramos en la inflación.
Los grandes bancos centrales llevan desde el inicio de la crisis de crédito luchando por aumentar la inflación, huyendo desesperadamente del fantasma de la deflación. Y parece ser que después de mucho esfuerzo por alcanzar sus objetivos de una inflación de alrededor del 2%, lo están consiguiendo. Y esto es lo que va a provocar que una inversión como la que hemos puesto de ejemplo no sea rentable. Si el valor del dinero se reduce un 2% al año, ese 0,8% que te ofrece el bono no compensa la pérdida de valor que sufre tu dinero.
Por todo esto, a los inversores no les queda más remedio que buscar rentabilidad en mercados distintos al de renta fija. Y esto asusta a los inversores más conservadores, que eluden con todas sus fuerzas la asunción al riesgo. Pero está claro que nos encontramos ante un nuevo ciclo dentro del mundo de la inversión y no queda más remedio que reinventarse o morir.