La gestión pasiva de renta fija tiende a indexar lo más perfectamente posible un determinado benchmark o índice de referencia, lo que hace muy difícil que los gestores superen la rentabilidad de los índices que replican.
Este tipo de gestión es la que se lleva a cabo en fondos garantizados y fondos con rentabilidad objetivo, que pueden a su vez cubrir el capital inicial o no. La composición de la estrategia de estos productos estructurados es la siguiente:
1) Cuando no cubren el capital, se pueden basar en una estructura de renta fija, en la práctica un bono cupón cero, o basarse en la venta de una opción, siendo un put con vencimiento al final (europea).
2) Si cubren el capital y es una estructura de renta fija también será un bono cupón cero. Si no, un derivado con la compra de una opción pudiendo tener vencimiento al final o un vencimiento con la media de los precios (asiática).
En cambio, la gestión activa en fondos de renta fija se produce cuando el gestor detecta y aprovecha las distintas ineficiencias que se producen en el mercado.
A partir de la selección de un benchmark, se marcan unas bandas de fluctuación por encima y por debajo de aquél que se controlan a través de la medición de distintos ratings. El gestor actúa estudiando las evoluciones de las curvas de tipo y los spreads que se puedan generar, así como gestionando el riesgo de crédito o las divisas, entre otros.
Se pueden aplicar criterios Top-Down viendo cómo afectan a las curvas de tipos, o bien estrategias Bottom-up observando qué emisores están infravalorados y aprovechar una subida. Para ello, parten de las calificaciones que hacen las agencias de rating cuando las compañías van a hacer emisones de deuda y ver si hay discordancias entre la calificación que éstas hacen y las que realiza el propio gestor sobre la compañía emisora.