En el imaginario colectivo, las últimas cuatro décadas han sido maravillosas para los empresarios y miserables para la mano de obra.
Los trabajadores de las economías desarrolladas han tenido que soportar: la competencia que vino con el libre comercio, los cambios tecnológicos incesantes, salarios desiguales y recuperaciones tibias de las recesiones. Hoy, mientras la economía intenta resurgir de la pandemia se puede atisbar la inversión de la primacía del capital sobre el trabajo.
Puede parecer prematuro, con la situación actual, predecir un futuro maravilloso para el mercado laboral pero hay dos cambios clave incipientes que nos animan a ser optimistas: las políticas laborales y las nuevas tecnologías.
Empecemos con el entorno político, desde hace décadas no se veía un discurso político generalizado tan amigable para el trabajador. Los gobiernos y las instituciones están buscando amoldarse a los trabajadores. Un ejemplo es que los bancos centrales se están preocupando más por los trabajos y menos por la inflación, otro ejemplo es que el 1 de abril el FMI, gran adalid de la austeridad en el pasado, planteó la idea de un impuesto solidario para los ricos y las empresas para ayudar a la creación de empleo. Con la creación de empleo como la herramienta de salida de esta crisis económica.
El segundo gran cambio que se vislumbra para el mercado laboral son las nuevas tecnologías. En un informe especial de The Economist se señalaba que los países con mayor automatización de la mano de obra, como Japón, disfrutan de menores tasas de desempleo.
El futuro a largo plazo del mundo laboral ha cambiado a mejor desde este año porque se ha digitalizado. Pero no sólo laboralmente, también está mejorando otras áreas como el problema de los precios de la vivienda en las grandes ciudades que se está aliviando gracias al teletrabajo. A nivel de empresa los trabajadores que pueden teletrabajar aumentan sus niveles de felicidad y de productividad.
Se está empezando a juzgar el progreso de la economía por el poder adquisitivo del salario medio en lugar de por los beneficios o el precio de las acciones por lo que una era dorada para el mercado laboral sería más que bienvenida ya que implicaría un crecimiento de la economía. Tendemos a recordar tiempos pasados como mejores, loando lo maravilloso que el mercado laboral era en el pasado, quejándonos de cómo está en el presente y temiendo lo que el futuro nos deparará. La realidad es que las condiciones laborales, en general, han mejorado con el paso de los años y el futuro pinta más brillante que nunca así que tenemos motivos para ser optimistas.