Durante la mayor parte de los últimos dos años mientras la inflación ha excedido el objetivo de los bancos centrales los analistas han diseccionado los diferentes componentes del poder adquisitivo incluyendo el coste de la vida, el precio de los bienes, servicios, energía y alquiler.
Pero casi ningún análisis menciona un estudio que viene llevando a cabo The Economist desde 1986 con su Índice Big Mac. La icónica hamburguesa representa una amalgama de alquiler, electricidad, mano de obra, carne pan y queso por lo que su precio resulta un amplio indicativo de diferentes presiones inflacionarias. Y puesto que la hamburguesa se vende sin apenas cambios en diferentes países su precio sirve como reflejo de cómo la inflación ha cambiado el coste relativo entre países.
Por poner un ejemplo, en EE. UU. el precio medio del Big Mac ha aumentado más de un 6% hasta los 5,36$ en los últimos dos años (el precio suele ser ligeramente superior en las grandes ciudades). Conforme a la teoría de la paridad del poder adquisitivo (PPA), cuando el precio del Big Mac sube en un país su divisa debería caer suponiendo que no intervengan otros factores. Así se alcanza un equilibrio de los precios en los mismos bienes entre los diferentes países.
Pero el dólar, en lugar de bajar ha subido frente a la mayoría de las otras divisas importantes. Esto se debe principalmente a que la inflación también se ha disparado en el resto de países, en la mayoría de los casos con mayor virulencia. Los precios del Big Mac han aumentado más de un 14% en la zona euro y en un 15% en Reino Unido por lo que la subida del dólar ha mantenido el gap de la inflación conforme a la teoría de la paridad del poder adquisitivo (PPA).
Vivimos en una economía globalizada en la que es fácil perder la perspectiva de cómo nos afectan de manera directa los movimientos macroeconómicos por lo que tener una referencia como el precio del Big Mac es mucho más que algo simpático. Nos permite poner en contexto de manera sencilla la inflación y cómo nos afecta.