La relación entre los gobiernos y las empresas ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Después de la II Guerra Mundial muchos países decidieron reconstruirse usando empresas estatales. En la década de los 80, tras la amenaza del comunismo, los estados retiraron su control sobre las empresas y se erigieron como árbitros que establecen las reglas para que empresas privadas puedan competir en un mercado global.
Actualmente estamos en una nueva fase de esta relación gobiernos-empresas en la que los ciudadanos exigen acciones concretas a problemas como la justicia social o el cambio climático. Como respuesta, los gobiernos están dando directrices a las empresas para que hagan de la sociedad un lugar más seguro y justo pero sin llegar a tener control de sus acciones o sus consejos de administración. En lugar de ser los dueños o los árbitros se han convertido en copilotos.
Muchos ciudadanos temen que los mercados y los reguladores no den la talla. La crisis financiera y la lenta recuperación han acrecentado el eterno problema de las crecientes desigualdades sociales. Aunque algunas preocupaciones son más recientes. Las diez compañías tecnológicas más grandes son casi el doble de grandes de lo que eran hace cinco años y a veces dan la sensación de que se comportan como si estuviesen por encima de la ley. El telón de fondo geopolítico está lejos del que había en la década de los 90, cuando la expansión del comercio y la democracia prometieron ir de la mano. Hoy, Occidente y China son rivales, pero económicamente están interconectados. El estancamiento de las cadenas de suministros y la escasez están provocando inflación, reforzando la percepción de que la globalización esta sobreextendida. Por no hablar de la amenaza que ejerce el cambio climático.
Los gobiernos, para lidiar con estos miedos, están redefiniendo su relación con las empresas. Si bien es cierto que muy pocos políticos y votantes están dispuestos a una nacionalización de las empresas, ni siquiera el presidente Xi, la pandemia ha hecho que se aprueben políticas inimaginables hasta hace 2 años. Recordemos que muchos gobiernos en pandemia han ingresado dinero a las empresas de manera directa e incluso ha dado guías de cumplimentación de actividad a supermercados y empresas de logística.
Las industrias clásicas en las que los gobiernos ejercían un control más férreo por cuestiones de seguridad nacional ahora también incluyen energía y tecnologías y sectores considerados estratégicos podrían incluir en breve la vacunas, material médico-sanitario y los minerales.
Todo este contexto genera unas políticas cuyos riesgos analizaremos la semana que viene.