La UE ha tenido media década para olvidar. Ocho meses después de las elecciones de mayo de 2019 el bloque perdió un miembro por primera vez en sus sesenta años de historia cuando el Reino Unido se fue. Semanas después llegó el COVID. Tras superar la pandemia se dio de bruces con una guerra a sus puertas y una crisis energética que ha destrozado su economía y ha impulsado una ristra de partidos xenófobos.
Aquellos que piensan que la cosa solo puede ir a mejor tal vez tengan que volver a hacer cuentas. Sí, el Brexit se ha gestionado, los precios de la energía han disminuido y la pandemia parece un recuerdo lejano, pero la guerra en Ucrania se recrudece y los partidos de extrema derecha como los de Marine Le Pen en Francia y Viktor Orban en Hungría ganan terreno.
La ironía es que en el Parlamento Europeo hay muchas cosas en juego y la ciudadanía apenas concede importancia a estas elecciones donde la participación es siempre inferior a la de las elecciones nacionales y apenas hacen seguimiento del trabajo de los 720 miembros que tomarán posesión en julio de sus asientos.
Lo que pasa en Bruselas importa, y mucho. El abordaje que haga la UE de la política industrial, de la política de defensa, de la política medioambiental se decide allí y sin un liderazgo claro los 450 millones de ciudadanos acusarán el impacto. Si la UE abandona sus ambiciones de recortar emisiones de carbono, como los populistas quieren, supondrá una señal terrible para el resto del mundo.
El foco más inmediato se centra en quién liderará las instituciones comunitarias, en particular la Comisión. Von der Leyen ha ayudado a dar forma a las principales políticas de la UE. Su firme apoyo a Ucrania ha resultado vital, fue la Comisión la que empujó a los países miembros a que apuntaran al cero neto en emisiones en 2050 y ha sido la que ha sentado las bases de la relación entre China y Europa reduciendo la exposición a ésta de sus cadenas de suministros sin llegar a cortarla como ha hecho EE. UU. Sin embargo, su futuro está en el aire.
Con la guerra de Ucrania, la economía europea quedándose atrás respecto a sus rivales globales, la necesidad de financiar una transición verde, la necesidad de reformar su regulación para admitir nuevos miembros y con la creciente disputa con China por los coches eléctricos la UE necesita un liderazgo firme y alejado de populismos. Bastante complicado es ya lidiar entre los distintos miembros de la UE con una Comisión en Bruselas funcional como para hacerlo con una descabezada.