Hubo un tiempo en el que se pensaba que una Turquía secular y democrática formaría parte de la UE y se uniría al club de los países ricos. Hace unos años era una de las apuestas preferidas de los inversores en mercados emergentes.
Desgraciadamente, ese tiempo quedó atrás y el país se ha ido poco a poco con el paso de los años alejando políticamente de Occidente, convirtiéndose en un país más islamista radical, enfrentándose a países aliados de la OTAN y transformándose en una autocracia de la mano de su actual presidente, Recep Tayyip Erdogan.
Inicio de la crisis
Actualmente Turquía sufre una crisis monetaria precipitada, en parte, por la imposición de sanciones de EEUU por negarse a liberar a un pastor estadounidense, Andrew Brunson. Pero esta no es la única razón.
La lira ha caído drásticamente alimentando más la inflación, incrementando la carga de la deuda denominada en moneda extranjera y amenazando la salud del sistema bancario turco. Todo esto es consecuencia principalmente de unos niveles de ahorro inadecuados, un déficit por cuenta corriente elevado, mucha deuda denominada en divisa extranjera y una inflación alta.
Contagio a otros mercados emergentes
Siempre que una crisis amenaza a uno de los mercados emergentes, el riesgo de contagio se extiende como la pólvora. Si bien es cierto que el entorno para los emergentes se ha vuelto más complicado debido al endurecimiento de la política monetaria estadounidense, que ha disparado el dólar y a las preocupaciones por el crecimiento de China, estos no tienen los mismos problemas que tiene Turquía.
De las grandes economías de los mercados emergentes solo Argentina y Egipto tienen una inflación con dobles dígitos y ninguna presenta un déficit por cuenta corriente tan elevado, pese a que Pakistán se acerca.
Soluciones que tiene Turquía
La solución más evidente, ya inventada, en este caso sería subir los tipos de interés para reducir presión en la divisa y hacer frente a la inflación y recurrir a la financiación de emergencia del Fondo Monetario Internacional (FMI), sumado a un conjunto de políticas favorables para los inversores.
El problema es que Erdogan se resiste personalmente a subir tipos, y recurrir al FMI sería como ceder ante las presiones estadounidenses. Al haber generado un régimen autocrático las instituciones y los medios de comunicación, que deberían abogar por una solución, se rinden a sus designios.
En un entorno de normalidad los propios aliados occidentales de Turquía harían presión para que tomase medidas pero los países europeos temen que si se enfada abra las fronteras y los refugiados sirios inunden Europa; y el presidente estadounidense, Donald Trump, está enfrascado en un ridículo concurso de egos con el presidente turco.
Consecuencias
A corto plazo, el principal damnificado será Turquía cuyos ciudadanos tendrán que soportar una crisis económica. Sin embargo, a largo plazo, EEUU y Europa también sufrirán consecuencias. Turquía es un aliado importante ubicado en una situación estratégica muy delicada entre Europa, Asia y Oriente Medio y puede que se acerque más a los intereses de Rusia y China.
El presidente Trump está en su derecho de presionar para lograr la liberación de un ciudadano estadounidense, pero no mediante el uso de aranceles y tarifas. Las reglas básicas del comercio internacional dependen de que los países no utilicen estos mecanismos de manera indiscriminada y la importancia de la OTAN se pone en entredicho cuando el presidente de los EEUU alienta innecesariamente disputas con un país miembro.
MUY ILUSTRATIVO
Muchas gracias José. Un saludo.