A la mayoría no le gusta la fluctuación de precios. Cuando los precios caen mucho, amenazan la viabilidad de las empresas. Cuando los precios suben mucho, se asocia a un enriquecimiento injusto de las empresas. Esto es igual para el mercado energético. Sin embargo, los economistas, observando estos movimientos extraen información crucial.
Como en cualquier otro mercado con productos idénticos, el precio de la energía lo marca el suministrador más caro. Esto significa que las plantas energéticas con costes operacionales bajos, como las nucleares o las granjas eólicas, reciben los precios que cobran las centrales de gas. El resultado son enormes beneficios e indignación pública.
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