Cuando pensamos en blockchain siempre nos viene a la cabeza el Bitcoin, que es la criptodivisa más conocida, pero sobre esta tecnología se está construyendo un conjunto de servicios financieros paralelo que busca cambiar el sistema financiero tal y como lo conocemos hoy.
El auge de este ecosistema de servicios financieros descentralizados conocido como DeFi (Decentralised Finance) requiere que se le preste atención. Por capacidad tecnológica tiene el potencial de reescribir cómo funciona el sistema financiero actual con todos los pros y contras que esto puede tener.
DeFi se basa en la red de blockchain Ethereum creada en 2015, una red menos conocida que la de Bitcoin, pero más utilizada por estar mucho más desarrollada. Con ella se pretende reducir las enormes infraestructuras convencionales necesarias para el funcionamiento bancario ya que las transacciones en esta cadena de bloques se suponen más baratas, transparentes y rápidas.
Pese a que la Descentralización Financiera, DeFi, tiene una terminología un tanto intimidante, ya se están dando en esta blockchain un número de actividades financieras importante como son la compraventa de activos, la emisión de préstamos y la recepción de depósitos a través de los llamados Smart-Contracts.
Todavía quedaría mucho camino para que DeFi pueda ser considerada una opción real ya que tiene que hacer frente a varios problemas del “mundo real”. Una gran crítica que se le hace a los sistemas basados en blockchain es que no escalan de manera sencilla y necesitan una gran cantidad de equipos que consumen grandes cantidades de electricidad. También tendrían que definir un ancla externa de valor; el dinero convencional está respaldado por los estados que son los que evitan que pueda cundir el pánico en determinados casos. El cumplimiento de los contratos fuera del mundo virtual también sería un hándicap a tener en cuenta; un contrato en blockchain podría determinar que un usuario es propietario de una casa, pero un juez determinar lo contrario. Para que DeFi pueda ser una realidad debería integrarse con las convenciones financieras y legales del sistema actual. Como pasó con internet en la década de los 90, nadie sabe dónde nos llevarán las posibilidades, pero sabemos que el sistema financiero está destinado a transformarse.