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Aranceles recíprocos: La última ocurrencia en la guerra comercial

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El 13 de febrero Donald Trump anunció que había decidido, lo que más tarde justificó por motivos de igualdad, aplicar aranceles recíprocos. Un memorándum apremia a las agencias federales a revisar todos los acuerdos comerciales no recíprocos e informar sobre soluciones antes del 1 de abril.

Como si se tratase de profesores solucionando disputas escolares, los oficiales estadounidenses deben decidir qué socios comerciales se han portado bien y cuáles no.

Las “soluciones” para implementar estos aranceles recíprocos pueden empezar por igualar de manera directa los aranceles que otros países tengan a los bienes de EE. UU. lo que podría dar lugar a absurdos.

Por ejemplo, Colombia, establece unos aranceles del 70% al café para proteger sus plantaciones de la competencia internacional. EE. UU. cultiva cantidades insignificantes de café. Establecer un 70% de aranceles al café de Colombia no va a hacer que Colombia rebaje los aranceles a unas importaciones inexistentes de café estadounidense ni va a promover un incremento en la producción actual de Estados Unidos.

Se podría calcular el promedio de aranceles de un país y aplicar a todos los bienes de dicho país dicho promedio. En el caso de Colombia, por seguir con el ejemplo, tiene unos aranceles medios del 5,2% a los bienes estadounidenses por los 0,3% que EE. UU. impone a los bienes colombianos.

Este promedio podría incluso ser ponderado para calcular con más precisión la cifra teniendo en cuenta el número de productos para cada arancel, pero su aplicación no sería ponderada ya que las exportaciones del país en cuestión no tienen por qué estar correlacionadas con las importaciones.

Otro punto de fricción sería el IVA que EE.UU. no aplica y sí lo hacen muchos países, especialmente en la UE. Aunque en este caso el argumento de la igualdad tampoco aplicaría ya que el IVA se aplica tanto a los bienes importados como a los nacionales.

Por último, también existen barreras no arancelarias como lo son las normas de seguridad alimentaria que, por ejemplo, impiden la importación a la UE del marisco de 48 estados de EE. UU.

Todo este follón arancelario sólo puede contribuir a generar incertidumbre, terreno en el que Trump se mueve como pez en el agua. El órdago de la amenaza arancelaria es una herramienta negociadora para el nuevo presidente de EE. UU. que empieza a perder efecto ya que los Mercados apenas reaccionaron a la amenaza dando por hecho que Trump se está “tirando un farol”. EE. UU. suele estar más abierto a comercial con sus socios que viceversa ya que beneficia al consumidor estadounidense y el hecho de establecer aranceles recíprocos lo que conseguiría es subir los precios y perjudicar al ciudadano/consumidor de EE. UU.

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