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La prometedora política económica de Japón llega 10 años tarde

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Los turistas en los bares de Tokio son todo sonrisas. Visitar Japón fue en su día un esfuerzo sumamente caro y hoy resulta ser más barato que nunca. El yen ha caído un 9% frente al dólar en los últimos seis meses y nunca ha estado tan débil frente al euro en los 27 años de existencia de éste.

El yen no ha sido lo único que se ha depreciado. Los bonos a largo plazo japoneses se han hundido, disparando su rendimiento. Aquellos que vencen en 10 años tienen ahora un rendimiento del 1,8% respecto de estar rozando el 0% en el periodo entre 2016 y 2021.

Los rendimientos de los bonos a 30 años han subido hasta el 3,3%, el más alto desde que se crearon estos bonos de muy largo duración en 1999 y es que los inversores están más inquietos por los instintos de gasto excesivo de Takaichi Sanae, la nueva primera ministra de Japón, que anunció recientemente un presupuesto suplementario del equivalente en yenes a 98.000 millones de EUR.

Pese a que se trata de una fracción pequeña del PIB japonés la señal que perciben los mercados es negativa y si se le suma las críticas que ha hecho a los tímidos incrementos de los tipos de interés del BoJ sus políticas pasan a estar obsoletas en una época con una inflación y unos rendimientos de los bonos al alza.

La dinámica de mercado a la que se enfrenta la economía japonesa (rendimientos al alza, divisa a la baja) es relativamente familiar. Solía estar asociada con economías en desarrollo con problemas, que sufrían cuando los inversores extranjeros salían de activos locales a la vez que liquidaban su posición de divisas.

El problema es que Japón, con la cantidad de bonos gubernamentales que posee, cualquier mínima subida en los rendimientos de los bonos se traslada en un aumento considerable en los intereses a pagar.

En los últimos años el país ha evitado los problemas porque su posición fiscal inmediate ha estado mejorando. Una mejora a costa del poder adquisitivo de los consumidores, especialmente de los del segmento más bajo.

El problema es que esta mejora no es sostenible en el tiempo y las expectativas que publica el FMI no son nada halagüeñas con el déficit llegando hasta el 4,4% del PIB en 2030, muy por encima del crecimiento esperado del país que se verá lastrado por el gasto en Defensa, el envejecimiento poblacional y el incremento del rendimiento de los bonos.

La presidenta Takaichi dice que está siguiendo los pasos del difunto ex primer ministro Abe Shinzo que prometió hace una década combinar las reformas estructurales con un estímulo monetario y fiscal.

La realidad es que Abe fue bastante más conservador fiscalmente que su discurso. Además, el yen no está sobrevalorado y Japón no intenta escapar de una deflación prolongada. Habiendo cambiado el marco económico, la receta debería cambiar también. En un mundo con los rendimientos subiendo y el yen bajando el exceso de gasto que propone la presidenta con tipos bajos está acumulando más problemas de los que realmente soluciona.

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