El pasado 4 de abril, Jack Lew, secretario del Tesoro americano, anunció una persecución contra la “inversión” en empresas extranjeras que realizaban las empresas estadounidenses para cambiar su nacionalidad a la de la compañía que compraban, con el fin de escapar de la red fiscal de EEUU.
Dos días después, la farmacéutica Pfizer cancelaba la compra por 160 mil millones de dólares de Allergan. Hubiera supuesto la tercera mayor compra de la historia y con la que se pretendía cambiar el domicilio fiscal de Pfizer a Dublín. La indignación corrió como la espuma entre los miembros de los consejos estadounidenses y los inversores de Allergan, que perdieron 13 mil millones de dólares en 48 horas por la caída del precio de las acciones. Las multinacionales europeas temen convertirse en víctimas colaterales de esta lucha de poder americana.
El problema de fondo es que el impuesto de sociedades en EEUU es elevado, un 39%, en comparación con el de otros países desarrollados con una media del 25%. Al mismo tiempo, las grandes compañías americanas se han hecho más globales. Los mercados financieros son más sofisticados y las normas fiscales se han hecho más complejas.
En EEUU, Hacienda reclama su derecho a percibir un porcentaje del total de los beneficios globales de las empresas a diferencia de la mayoría de los países europeos, que solo tasan los beneficios locales de estas empresas.
La inversión fuera de EEUU como solución
¿Qué hacen las multinacionales para lidiar con esto? Recurren a lo que se conoce como inversión fiscal. Las empresas cambian los beneficios contables a los países con menores tasas fiscales y esperan que las autoridades fiscales americanas no reclamen la diferencia. Asignan su deuda y el coste de los intereses asociados a sus subsidiarias americanas, reduciendo los beneficios en suelo estadounidense e impulsándolos en el extranjero; y rechazan repatriar los beneficios que estas empresas tienen en el extranjero (ya que estos solo tienen impacto fiscal cuando cruzan la frontera).
Esto supone una gran cantidad de dinero que las autoridades fiscales estadounidenses dejan de ingresar. A finales del 2015 los beneficios acumulados de las grandes empresas americanas en el extranjero alcanzó la cifra de 2 billones de dólares. Apple tiene 92 mil millones en el extranjero y Pfizer 80 mil millones.
¿Cómo hacen esta “inversión”?
Las empresas compran una compañía extranjera y adoptan su domicilio fiscal, que idealmente estará en un país con impuestos muy bajos. Establecen sus beneficios globales en dicho territorio, algo bastante sencillo si la empresa se especializa en la propiedad intelectual sin presencia física, como es el caso de las farmacéuticas o de las empresas tecnológicas. Como la nueva compañía ya no es estadounidense puede acceder al dinero en efectivo que ya no tiene que ingresar en la Hacienda de EEUU y pagarlo como dividendos y recompras de acciones sin pagar el peaje fiscal.