Vamos a abordar un tema delicado que deja más o menos descontentos a todos: los impuestos. Principalmente nos vamos a centrar en cómo se recaudan, no solo en la complejidad y lagunas (aprovechadas por algunos) que han establecido los sistemas impositivos creados a base de poner parche sobre parche, sino también en la falta de revisión y adecuación al momento de la economía actual. Podemos adelantar la conclusión: los sistemas impositivos actuales están desfasados.
Los impuestos en el mundo y sus fallos
Los sistemas impositivos varían dependiendo del país. Un ejemplo obvio es que en los países europeos existe un impuesto sobre el valor añadido (IVA) mientras que en EEUU no, pero se pueden extraer 3 fallos comunes que cometen los países a la hora de marcar sus impuestos.
El primero es la oportunidad perdida. El alto precio de la vivienda, a menudo resultado de la escasez de terreno, ha producido beneficios extraordinarios a los propietarios en las grandes ciudades. Los beneficios extraordinarios deberían ser una fuente de ingresos obvia pero los impuestos sobre la propiedad se han mantenido constantes, alrededor del 6% de ingresos para los gobiernos de países desarrollados, el mismo que antes del boom inmobiliario.
El segundo es que los impuestos a veces actúan en contra de otras prioridades. Una de las principales preocupaciones de los políticos en países desarrollados es el crecimiento de las desigualdades sociales, que se encuentran en su punto más elevado desde hace 50 años. Según datos de la OCDE, el 10% más rico de la población gana, de media, 9 veces más que el 10% más pobre. Sin embargo, la mayoría de países ha cambiado la tributación laboral hacia impuestos regresivos sobre la nómina y la seguridad social en vez de establecer impuestos progresivos sobre la renta.
El tercero, no se ha sido capaz de adaptar los impuestos a los cambios tecnológicos. El aumento de la importancia de la propiedad intelectual implica que es muy difícil establecer dónde genera una multinacional, realmente, sus beneficios. Casi el 40% de los beneficios de las multinacionales se trasladan a países con base impositiva baja, según estimaciones recientes.
Soluciones
Según la popular revista The Economist, una reforma fundamental del sistema impositivo puede impulsar el crecimiento y hacer las sociedades más justas, y para ellos los principios están claros: los impuestos deben tener como objetivo las rentas, preservar incentivos y que sean difíciles de evitar.
Otra opción que proponen es aumentar las cargas impositivas sobre la propiedad y la herencia, ya que estos impuestos, pese a ser impopulares, resultan muy eficientes porque vivimos en un mundo en el que los beneficios por propiedades generan desigualdades que persisten a lo largo de generaciones.
Los economistas suelen ser escépticos a la hora de establecer impuestos a otras formas de capital porque desalientan la inversión. La realidad es que la participación de la renta de capital en el PIB de los países industrializados ha aumentado desde 1975 un 4%, lo que sugiere que las empresas están aumentado su capacidad para extraer renta de la economía. Un impuesto sobre la renta del capital podría centrarse en ese segmento pudiendo evitar dañar la inversión si se incluyen excepciones.
Conclusión
Adam Smith defendía que los impuestos deberían ser eficientes, ciertos, convenientes y justos, pero la realidad es que son todo lo contrario. El problema es que los políticos no quieren emprender ninguna reforma por miedo a perder votos o apoyos concretos.