La crisis financiera global que se inició con la caída de Lehman Brothers ha traído consecuencias financieras y políticas, pero ¿son suficientes para evitar otra crisis?
Lehman cayó después de perder dinero en préstamos tóxicos y valores vinculados al mercado inmobiliario de EEUU. Su caída desató el caos. El comercio se desplomó en todos los países que monitoriza la Organización Mundial del Comercio (OMC). El crédito a la economía real también cayó. Los gobiernos, para frenar su endeudamiento, tuvieron que recurrir a la austeridad. Después de no poder recortar más los tipos de interés, los Bancos Centrales recurrieron al ya famoso Quantitative Easing (crear dinero para comprar bonos).
Todos estos factores alimentaron la oleada populista que vemos alrededor del mundo en la actualidad planteando preguntas sobre desigualdad de ingreso, inseguridad laboral y globalización, pero también cambió el sistema financiero. La pregunta es si lo suficiente para evitar otra crisis financiera.
¿Habrá otra crisis financiera?
Las crisis financieras sistémicas son parte de la historia de la humanidad. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha contabilizado 124 entre 1970 y 2007, por lo que no hay dudas de que volverá a haber otra. Lo que debemos aprender son los mecanismos que nos permitan reducir la probabilidad de sufrir otra crisis y su tamaño.
¿Hemos aprendido estos mecanismos?
Por una parte sí. Los bancos deben financiarse a sí mismos con más capital y menos deuda, dependen menos del trading y más de hacer grandes préstamos a corto plazo para financiar sus actividades. En general, el sistema bancario es mucho más sólido de lo que era.
Por otra parte, sin embargo, no hemos tomado medidas contra los errores de los responsables políticos que no tuvieron más remedio que sostener a los bancos en quiebra y dejaron de lado a las familias con préstamos hipotecarios. Decisión que llevó a aumentar desigualdades, elevar el paro y, mientras se pagaban los préstamos, se recortaba drásticamente el consumo ralentizando así la economía.
Por otro lado, la crisis ha mostrado cómo los bancos de un país y su gobierno están entrelazados. El Estado sufre para obtener préstamos con los que soportar a los bancos, que a su vez se ven arrastrados por la depreciación de la deuda del propio Estado. Desgraciadamente, no hemos encontrado solución a esta “pescadilla que se muerde la cola”. Las medidas tomadas han hecho más segura la economía pero quedan aún muchas lecciones por aprender y una geopolítica fracturada como la que tenemos actualmente hace más difícil poder manejar una economía tan global.