Imaginemos a dos personas que estudiaron juntas la misma carrera y tomaron caminos profesionales distintos. Una de ellas entró en el mundo de la consultoría y sus aficiones incluyen los deportes extremos y el paracaidismo. La otra se hizo funcionaria y sus pasatiempos son la lectura y los paseos por el campo. ¿Qué fondos de inversión debería tener cada una de estas personas?
O mejor dicho, ¿qué porcentaje debería invertir cada una de ellas en fondos de inversión de renta fija y renta variable? La teoría nos dice que esto vendrá definido en función de su nivel de tolerancia al riesgo. Lo lógico es que si alguien es capaz de soportar las, a veces violentas, subidas y bajadas de los mercados bursátiles, debería tener más fondos de inversión de renta variable; y por el contrario, si estos vaivenes no te dejan dormir por la noche deberías tener más fondos de renta fija.
Podríamos pensar en un primer momento que la primera persona, amante de los deportes de riesgo, debería tener más renta variable; mientras que el segundo individuo, con aficiones conservadoras, una cartera con más fondos de inversión de renta fija. Sin embargo, si nos fijamos en su naturaleza laboral, tal vez lo más indicado (suponiendo iguales el resto de factores) sea todo lo contrario. Es decir, el primero deba optar por una cartera más conservadora de renta fija y el segundo, por una cartera más arriesgada con mayor predominancia de la renta variable.
Cuando el mercado está al alza, las grandes empresas son más proclives a contratar los servicios de consultorías externas y, en este caso, la primera persona podrá optar a mayores bonus. Pero cuando las cosas no van tan bien su puesto laboral peligra y, si bien es cierto que sus ingresos son elevados, su estabilidad laboral es menor, por lo que debería cubrir esa inestabilidad con una cartera de fondos de inversión de renta fija. Por otro lado, la segunda persona, pese a tener unos ingresos menores, estos son muy estables en el tiempo y, por tanto, puede permitirse mayor riesgo en sus inversiones y debería optar por fondos de renta variable.
Esto no significa que el apetito por el riesgo no influye a la hora de tomar decisiones de inversión, pero nos recuerda que es necesario hacer una buena perfilación que tenga en cuenta no solo ese apetito sino también factores personales y profesionales que, a priori, el inversor medio desconoce que pueden influir en su nivel de tolerancia al riesgo.