La inversión por criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) puede generar muchos debates sobre su influencia en los retornos, pero lo que es innegable es que ha ganado una gran relevancia en el mundo de la inversión y los mercados. Casi 3 billones de euros de activos institucionales dependen de clasificaciones ESG y se prevé que esta cifra siga aumentando.
En América y Europa varios políticos, directivos e inversores quieren pasar de medir el resultado corporativo según los retornos de los accionistas a incluir otros factores como el impacto medioambiental. Por otra parte, muchos inversores buscan una ventaja de inversión mientras que otros simplemente quieren que su inversión tenga un impacto positivo en la sociedad.
Todos estos factores están aumentado la demanda por los criterios de calificación ESG, que generan clasificaciones en función de indicadores no-financieros como las emisiones de carbono de una empresa o el porcentaje de mujeres en su consejo de administración. Las empresas de calificación recogen esta información y elaboran una puntuación única que luego usan los inversores.
A diferencia de los ratings crediticios, las clasificaciones ESG guardan poca correlación entre las distintas empresas que las elaboran pudiendo algunas empresas clasificar muy bien en algunos rankings y muy mal en otros. Esto se debe a que estos criterios no son cuantitativos sino cualitativos.
Un ejemplo de error que estas clasificaciones cometen es que analizan el modelo de negocio, no el negocio en sí. No importa qué vende una empresa mientras lo haga de manera sostenible. Esta es la principal razón por la que tabacaleras y empresas alcohólicas suelen quedar arriba en las clasificaciones ESG.
Una de las consecuencias positivas del aumento de la demanda por este tipo de clasificaciones es que grandes empresas como S&P, Moody’s o Morningstar se están acercando a esta industria mediante la compra de empresas; y presumiblemente buscarán homogeneizar criterios y dotar de un mayor fundamento y robustez a estas clasificaciones para evitar los errores arriba mencionados y ayudando a que las grandes empresas no puedan hacer “greenwashing”. De momento esta industria está dando sus primeros pasos y tiene margen para crecer y mejorar.