El mercado laboral no es suficiente

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El desempleo en EE UU ha caído a niveles históricamente bajos y la creación de empleo se mantiene. Larry Hatheway, de GAM Investments, analiza qué hay detrás de este fenómeno laboral y las implicaciones económicas a largo plazo.

La actual expansión económica en EE. UU. es extraordinaria y está a punto de ser la más prolongada de la era de la posguerra. A diferencia de las expansiones anteriores, no ha desencadenado un nivel excesivo de inflación. Los beneficios de las empresas se han disparado hasta niveles sin precedentes. La desigualdad económica se sitúa en su nivel más extremo del último siglo.

Paradójicamente, cada una de estas características únicas está vinculada a una última singularidad. A pesar de que se trata de una expansión bastante deslucida desde 2009, la tasa de desempleo ha descendido notablemente más de lo que cabría esperar si nos atenemos únicamente al crecimiento del PIB.

Si establecemos una correlación simple entre el desempleo y el crecimiento del PIB —similar a la Ley de Okun—, la tasa de desempleo ha caído medio punto porcentual más al año durante esta expansión en comparación con lo que sugerirían los episodios pasados. Desde 2014, la tasa de crecimiento del empleo ha excedido lo que habría predicho el crecimiento del PIB en casi un millón de puestos de trabajo al año.

Aunque el desempleo haya disminuido a mínimos históricos, la creación de empleo sigue duplicando con creces la tasa de crecimiento de la fuerza laboral. Las empresas están contratando a pesar del anémico crecimiento, el descenso de la base de trabajadores productivos y las turbulencias derivadas de la incertidumbre política y monetaria.

¿Cómo podemos explicar este fenómeno en el mercado laboral?

Tal vez las empresas estén sustituyendo la mano de obra barata por capital caro. A simple vista, esta opción parece plausible: la mano de obra está relativamente barata. La proporción de la compensación total a los trabajadores en los ingresos nacionales ha caído de forma continuada durante este siglo, hasta alcanzar un punto mínimo del 60 % a finales de 2014 y subir después mínimamente hasta el nivel actual: 62 %. No obstante, sigue estando tres puntos porcentuales por debajo de su nivel medio de 1965 a 2000.

Por otro lado, los rendimientos del capital son extraordinariamente elevados. Desde 2010, la proporción de los beneficios empresariales en el PIB ha alcanzado niveles medios sin parangón en la era de posguerra. Podríamos pensar que las empresas prefieren invertir en capital que arroje elevados rendimientos, no en la fuerza laboral. Pero no es el caso. La tasa media anual de generación bruta de capital fijo no residencial desde 2009 ha sido del 5,3 %, básicamente la misma que la registrada en las expansiones de principios de la década de los 2000 o la de 1980, y muy por debajo del boom impulsado por la inversión de finales de la década de 1990.

¿Por qué es tan abundante la mano de obra barata? Tal vez los trabajadores estén dispuestos a sacrificar salarios más elevados en pro de la seguridad laboral. Resulta comprensible, en vista del doloroso recuerdo de muchos trabajadores durante la gran recesión. Las demandas salariales podrían verse limitadas por la angustia de perder el puesto de trabajo y ser sustituido por mano de obra en China o México o por máquinas. No obstante, la creciente “tasa de abandono”, que ha regresado a los niveles previos a la crisis financiera, sugiere que la prudencia excesiva de los trabajadores podría estar remitiendo.

Otro factor es la disminución de la afiliación sindical. A principios de la década de 1980, casi un cuarto de los trabajadores estadounidenses pertenecían a un sindicato. Hoy día, esa cifra ha caído hasta casi un 10 %. Los trabajadores no sindicados ganan, de media, alrededor de un 20 % menos que los sindicados.  Una mano de obra menos sindicalizada ofrece trabajo más barato y, quizás, más flexible, lo que incrementa el atractivo de la contratación.

Sin embargo, el factor más importante de este reducido crecimiento salarial probablemente sea la debilidad del crecimiento de la productividad. La productividad laboral media en EE. UU. (y en la mayoría de economías desarrolladas) se ha desplomado en la última década. A pesar del crecimiento explosivo de la tecnología de la información, el trabajador medio no está incrementando su productividad.

Esta anémica productividad ayuda a explicar las anomalías de esta expansión. Si la producción por hora trabajada no está creciendo demasiado, el número de horas trabajadas deberá aumentar para garantizar una provisión adecuada de bienes y servicios. Por tanto, a pesar de un crecimiento del PIB nada extraordinario, la creación de empleo mantiene su solidez.

Además, las empresas no pueden aumentar los salarios más rápido que el incremento de producto marginal del trabajo. Así pues, el reducido crecimiento de la productividad explica la debilidad del crecimiento salarial. En ausencia de un mayor crecimiento de la productividad, las empresas también muestran una menor predisposición a invertir. De este modo, la gestión disciplinada del capital contribuye a un elevado rendimiento del mismo, lo que impulsa un crecimiento desorbitado de los beneficios y una desigualdad de ingresos extrema.

¿Cómo se puede responder a esta situación con políticas para garantizar que los beneficios del crecimiento se distribuyan de forma más equitativa? Resulta poco probable que las respuestas populistas de ambos extremos del espectro político —como las propuestas proteccionistas o la renta básica universal— funcionen. Solo garantizarán que los ciudadanos luchen por un trozo de un pastel cada vez más pequeño.

En su lugar, la clave es incrementar los niveles medios de productividad. Por diversos motivos, incluida la reacción política y social contra el capitalismo, el actual desafío de la productividad no puede abordarse únicamente por medio de llamamientos —similares a los de la década de 1980— a la desregularización, a la rebaja de impuestos y a una menor intervención gubernamental. Es necesario incrementar la eficiencia económica a través de mejoras en las infraestructuras de transporte y energía, el acceso a la educación, la formación de los trabajadores y la sanidad.

La resolución del dilema de la productividad no debe encomendarse únicamente a los mercados. Si no se resuelve, este problema garantizará que la actual expansión sea especialmente desequilibrada y atípica.

GAM


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Los datos contenidos en este documento tienen simplemente el objetivo de la información y no constituyen asesoramiento de inversión. Por la veracidad y exactitud del contenido de esta información se declina toda responsabilidad. Cualquier recomendación u opinión  contenida en este documento puede cambiar y refleja el punto de vista de GAM en las actuales condiciones económicas. Se declina toda responsabilidad por la veracidad y exactitud de los datos. La rentabilidad pasada no es un indicador de la rentabilidad actual o futura.

Estudio Global de Inversión de Schroders 2019: Los inversores españoles son cortoplacistas, impacientes y demasiado optimistas

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Si teníamos la sensación de que el inversor español tendía a mirar demasiado a corto plazo, el Estudio Global de Inversión de Schroders viene a confirmar este dato. Así, el inversor español mantiene sus inversiones de media unos 1,9 años, por debajo de la media europea y global de 2,6 años. De hecho, somos de los inversores más cortoplacistas de Europa, sólo superados por Polonia (1,5 años). Estamos muy lejos de los 5 años que los expertos recomiendan mantener las inversiones. Sólo países como Japón, Estados Unidos o Canadá se acercan a esta cifra, con una media de más de 4 años. 

En esta misma línea, el estudio muestra que los españoles son inversores con tendencia a la impaciencia, ya que el 74% modificó el perfil de riesgo de sus carteras en respuesta directa a la inestabilidad experimentada en los mercados en el último trimestre de 2018. De ellos, sólo el 37% optó por inversiones de mayor riesgo y el resto por opciones de menor riesgo (40%) o incluso efectivo (23%). Si analizamos la muestra con mayor profundidad, percibimos ciertas diferencias entre generaciones: los Millennials[1] se muestran más inquietos (el 74% hizo cambios en su perfil de riesgo) que los Babyboomers[2] (sólo el 59%).


Curiosamente, casi la mitad (45%) de los inversores españoles consideran que el mayor peligro para sus inversiones es no asumir el riesgo suficiente para alcanzar sus objetivos de inversión. Estos, además, se revelan ambiciosos: los españoles esperan que sus inversiones generen una rentabilidad media durante los próximos 5 años del 9,2% anual. Esta cifra es ligeramente superior a la media europea (rentabilidad esperada del 9% anual) e inferior a la media mundial (rentabilidad prevista del 10,7% anual). En términos generales, y teniendo en cuenta que la rentabilidad media anual del S&P 500 desde su creación en 1957 es inferior al 8%, existe una tendencia global hacia un exceso de optimismo. De nuevo aquí también se observan diferencias generacionales entre los Millennials, más optimistas, que esperan rentabilidades medias del 10,3%, y los Babyboomers, más cautos, que esperan un 7,1%, más en línea con los rendimientos históricos del mercado. 

El estudio muestra que para más de dos quintas partes de los inversores españoles (43%) la mejor estrategia para alcanzar estos objetivos es utilizar un fondo de inversión multiactivos, con una cartera diversificada en varios mercados, regiones y estrategias. Además, los fondos temáticos que más interés despiertan entre los españoles son los dedicados a tecnologías disruptivas (56%).

Cuando se les pregunta sobre la exposición geográfica de sus inversiones, sólo el 27% de los inversores españoles prefieren invertir la mayor parte de su cartera en el mercado local. En cuanto a su actitud hacia los mercados emergentes, las respuestas son mixtas: casi el 30% cree que invertir en mercados emergentes podría ser beneficioso para su cartera, aunque otro 27% cree que son demasiado arriesgados para su perfil.

Charles Prideaux, director global de productos y soluciones de Schroders, comentó:

«Los vaivenes de los mercados siempre van a mantener a los inversores alerta, pero la clave es concentrarse en el largo plazo. Es probable que el recorte y los cambios en las inversiones, en particular durante los mercados difíciles, perjudiquen las carteras de los inversores y, en última instancia, den lugar a rentabilidades decepcionantes. En vez de eso, es fundamental mirar más allá de la incertidumbre: nuestro objetivo en Schroders es, por lo tanto, ofrecer soluciones de inversión que reflejen las necesidades de los inversores a través del tiempo y que también se adapten a su apetito de riesgo». 

Carla Bergareche, directora general de Schroders para España y Portugal, añade:

“El estudio muestra que los inversores españoles tienen unas expectativas de rentabilidad excesivamente optimistas y que es poco probable que alcancen sus objetivos de inversión. A pesar de que el 39% de los inversores españoles se definen como expertos o con un conocimiento avanzado de la inversión, hay que hacer una gran labor de concienciación. En primer lugar, debemos trabajar sobre los horizontes de inversión, que deben ser mucho más largos, así como sobre su tendencia a tomar decisiones en momentos de incertidumbre que puedan alejarlos más de sus objetivos de inversión.”

*En abril de 2019, Schroders encargó a Research Plus la realización de una encuesta independiente on line entre 25.743 personas que invierten en 32 países de todo el mundo. Los países incluyeron Alemania, Australia, Brasil, Canadá, China, España, Estados Unidos, Francia, India, Italia, Japón, Países Bajos y Reino Unido. Este estudio define a los «inversores» como aquellas personas que invertirán al menos 10.000 euros (o su equivalente) en los próximos 12 meses y que han realizado cambios en sus inversiones en los últimos 10 años.

Si desea consultar el Estudio Global de Inversión 2019 de Schroders completo, visite www.schroders.es/estudio-inversion 


Nota al editor

Sólo para la prensa especializada. Para ver los últimos comunicados de prensa de Schroders, visite: http://ir.schroders.com/media

Schroders plc

Como gestor global de inversiones, ayudamos a instituciones, intermediarios y personas a alcanzar sus objetivos, cumplir sus ambiciones y prepararse para el futuro. Pero a medida que el mundo cambia, también lo hacen las necesidades de nuestros clientes. Es por eso que tenemos una larga historia de adaptarnos a los tiempos y mantener nuestro enfoque en lo que más importa a nuestros clientes.

Para ello se necesita experiencia y conocimientos técnicos. Reunimos a personas y datos para detectar las tendencias que determinarán el futuro. Esto proporciona una perspectiva única que nos permite invertir siempre con convicción. Gestionamos 421.400 millones de libras esterlinas (469.500 millones de euros/ 536.700 millones de dólares a 31 de diciembre de 2018) de activos para nuestros clientes, que confían en nosotros para obtener beneficios sostenibles. Seguimos decididos a construir un futuro próspero para ellos y para toda la sociedad. Hoy en día, tenemos 5.000 personas en seis continentes que se concentran en hacer precisamente esto.

Somos una empresa global que se gestiona localmente. Esto nos permite mantener siempre las necesidades de nuestros clientes en el centro de todo lo que hacemos. Durante más de 200 años y más de siete generaciones hemos crecido y desarrollado nuestra experiencia en conjunto con las necesidades e intereses de nuestros clientes.

Puede ampliar información sobre Schroders visite www.schroders.com

[1]                                Millennials (entre 18 y 37 años)

[2]                                Babyboomers (entre 51 y 70 años)

En busca de los «ganadores del mañana»: invertir en disrupción

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disrupción

Le remitimos al glosario para una explicación de los términos de inversión empleados en este artículo.

La disrupción es inevitable. Tras irrumpir en todo tipo de sectores, regiones, gobiernos, empresas y consumidores, está cambiando la manera en que vivimos y lo más probable es que se intensifique a medida que surgen tecnologías más avanzadas.

Aunque las empresas tecnológicas son el paradigma de la disrupción, el fuerte ritmo de innovación permite planteamientos radicalmente distintos y está trastocando el liderazgo del mercado en todos los sectores.

En un mundo de disrupción habrá inevitablemente «disruptores» y «disrumpidos». Un disruptor es una compañía innovadora que pone en peligro las perspectivas de crecimiento de un competidor —normalmente un gran operador consagrado— al cual le resulta difícil hacerle la misma propuesta de valor al consumidor. Empresas de este tipo pueden destruir modelos existentes y transformar industrias enteras. La disrupción aumenta a medida que las compañías se afanan por conseguir ventajas competitivas en una era digital donde un acceso más fácil a los consumidores (facilitado por internet) está poniendo en duda la validez de los antiguos modelos de negocio.

Los disruptores tienen distintas maneras de precipitar este cambio y poner en jaque a los grandes operadores:

  • Adoptar un modelo de negocio distinto para ofrecer un producto o servicio más conveniente o más barato, a costa de modelos existentes. Un buen ejemplo de ello es Netflix, que se dirigió a segmentos de la población que sus competidores habían pasado por alto, dándoles un fondo de catálogo muy extenso a cambio de una pequeña cuota mensual. Con el tiempo, Netflix se ha desplazado a segmentos más altos del mercado añadiendo el contenido nuevo y exclusivo que querían la mayoría de sus clientes. Este servicio de suscripción utiliza la distribución por internet para ofrecer un contenido ilimitado a los consumidores en el momento y el lugar que elijan, desviándose así del modelo «lineal» tradicional de servicios televisivos.
  • Evitar la competencia directa al satisfacer necesidades diferentes de los clientes finales. Por ejemplo, los procesadores ARM (y no los procesadores más potentes x86) han terminado monopolizando el mercado de los dispositivos electrónicos portátiles, pues se han centrado en la sencillez y en alargar la vida de las baterías al consumir menos electricidad. Esto es mucho más apropiado para un cliente que se desplaza continuamente de un lugar a otro.
  • Acelerar el ritmo de innovación. Tomemos por ejemplo a SpaceX, que mediante rápidas iteraciones ha aumentado el ritmo de lanzamiento de cohetes a la vez que ha reducido los costes por lanzamiento. En 2019, SpaceX ha puesto en órbita 19 satélites, casi el doble que su competidor más próximo (Arianespace).

Aunque la disrupción puede representar un reto para algunas empresas, también puede ofrecer oportunidades de crecimiento y progreso. Para los inversores, la búsqueda de los «ganadores del mañana» exige un análisis de tipo bottom-up de los méritos de compañías individuales, acompañado de prudencia para evitar pagar en exceso por su potencial de crecimiento futuro. Adoptando un enfoque activo de selección de valores y manteniendo una perspectiva largoplacista, podemos aspirar a beneficiarnos de la disrupción. A este respecto cabe tener en cuenta ciertos puntos clave:

Mantener la disciplina. Al intentar valorar empresas de alto crecimiento es importante incorporar un gran margen de seguridad en la valoración, a la luz de la incertidumbre particularmente elevada en torno a la trayectoria de crecimiento del beneficio. Otro factor a tener en cuenta es el coste de conseguir clientes y su grado de «permanencia» en base a su fidelidad a la marca.

El flujo de caja manda. Los ingresos son fundamentales a la hora de valorar cualquier compañía. Si una empresa tecnológica aún no genera liquidez, comparar otras medidas «cliente por cliente» puede aportar una idea de su potencial de ingresos futuros.

Concentración en la creación de valor. Identificar una tendencia a largo plazo se remonta al análisis sectorial y a determinar si se crea valor en última instancia. La capacidad de una compañía para mantener una ventaja competitiva determinará en gran medida si genera o no beneficios a largo plazo.

¿Qué descuenta la cotización actual de una acción? ¿Descuentan las valoraciones actuales unas expectativas demasiado elevadas de beneficio futuro? Aunque evaluar los flujos de caja esperados forma parte del proceso de valoración, también es importante considerar qué crecimiento obtenemos en el presente. En este sentido, los ratios de precio/beneficio (PER) –una medida clave que compara la cotización de una acción con el beneficio por acción de la compañía– de algunos grupos tecnológicos quizá no parezcan elevados dado el ritmo al que crecen. No obstante, las tasas de crecimiento elevadas no suelen continuar indefinidamente y unas valoraciones altas crean vulnerabilidad. Es por ello que el análisis de acciones individuales puede ser valiosísimo.

 

Autores: Ritu Vohora, Directora de inversión, renta variable en M&G y Jasmeet Chadha, Analista, renta variable en M&G.


Los puntos de vista expresados en este documento no deben considerarse como una recomendación, asesoramiento o previsión.

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Todo el mundo está llorando por ti, Argentina

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El sorprendente resultado del domingo pasado de las elecciones primarias en Argentina hizo que los inversores corrieran despavoridos. Estas elecciones primarias son casi unas encuestas preliminares obligatorias para la mayoría de los votantes, por lo que proporcionan un margen de error casi nulo y se presentan como una encuesta nacional en tiempo real antes de las elecciones verdaderas.

Al ganar el 47% de los votos, el candidato Alberto Fernández, venció por 15 puntos porcentuales al actual presidente, Mauricio Macri. Los resultados fueron muy diferentes a los pronosticados por los expertos políticos, lo que provocó que la renta variable, los bonos y el peso se desplomaran. Ahora, la coalición populista y su candidato, el señor Fernández, son los claros favoritos para ganar las elecciones de octubre.

Para los inversores, el riesgo de que Fernández ocupe la presidencia estriba en que la nueva administración se embarque en una agenda populista de izquierdas que incluya (clasificada por su severidad de forma ascendente):

– Pérdida de independencia del banco central

– Paralización repentina de la agenda de reformas económicas y sociales del actual presidente Macri

– Pérdida de transparencia y credibilidad en las cifras de inflación

– Una reimplementación de los controles de capital

– El rechazo del acuerdo en curso con el Fondo Monetario Internacional (FMI)

– Una posible reestructuración de la deuda externa

Si bien algunos, o todos, los puntos anteriores son posibles, las preguntas clave que hay que hacerse tras el desplome masivo de los precios de esta semana son:

1) ¿Es el precio actual lo suficientemente atractivo para compensar el riesgo que asumimos?

Para nosotros la respuesta es sí. La actual prima de riesgo de la deuda externa incluye una remuneración decente en caso de impago, y las valoraciones actuales de la deuda local están en consonancia con una fuerte depreciación de la moneda junto con la imposición de controles de capital. Además, el FMI no se limitará a contabilizar una cancelación de su programa de rescate de 44.000 millones de dólares estadounidenses. Por otro lado, no tiene sentido que un país con un gran déficit por cuenta corriente incumpla con su deuda en divisas fuertes (especialmente cuando esa deuda se rige por la legislación extranjera, por ejemplo, la deuda emitida en los Estados Unidos y el Reino Unido).

2) ¿Cuáles son los riesgos de que Argentina siga a Venezuela a un abismo económico?

La respuesta aquí debe matizarse. Argentina tiene una larga historia de errores políticos. El señor Macri logró cosas buenas, pero todos sus esfuerzos se vieron arruinados por su enfoque gradual y por los errores de política monetaria de finales de 2017 y principios de 2018. De hecho, creemos que la nueva administración no tendrá otra opción que continuar con las políticas del presidente Macri. Sin embargo, el problema es que tratarán de evitar los más impopulares (por ejemplo, la reforma laboral y una política monetaria estricta), poniendo al país en el mismo camino equivocado de nuevo – el que fracasó estrepitosamente en el pasado.

Lo que los inversores desean es un poco de claridad en las políticas económicas que planea el señor Fernández. Creemos que no deben contener la respiración. Es improbable que haya claridad hasta que terminen las elecciones de octubre. Después del resultado del domingo, hay pocos incentivos para que Fernández ofrezca algo concreto. Lo poco que sabemos no es tan preocupante como lo que refleja la reacción de los precios de los últimos días. Él ya ha dicho y está registrado que no apoya un default, el impago de la deuda. No olvidemos este punto importante: el poder propaga el pragmatismo. Si Fernández llega a la Presidencia en octubre, esperamos que adopte una postura pragmática. En nuestra opinión, la reacción de los mercados, por ahora, ha sido exagerada. Esto no significa que los inversores deban esperar una recuperación a largo plazo. El contexto seguirá siendo precario, por lo que la pregunta clave que deben hacerse los inversores es: ¿se le compensa por el riesgo que asume cuando se produce un suceso importante que mueve el mercado? En la situación actual en Argentina, creemos que sí.

Luc Dhooge, director de deuda emergente y Thierry Larose, gestor senior de Vontobel AM