Todo el mundo quiere asegurarse un suministro de metales para obtener los minerales necesarios para una rápida descarbonización. Principalmente porque setenta y dos países, responsables de alrededor del 80% de las emisiones globales, se han comprometido al objetivo del cero neto.
Para 2030 la demanda de cobre y níquel podría aumentar un 50-70%, el cobalto y el neodimio un 150% y el grafito y el litio de seis a siete veces. Los cálculos estiman que un mundo neutral en emisiones de carbono necesitará 35 millones de toneladas de metales verdes al año, según datos de la Agencia Internacional de la Energía.
Por esta razón se teme una crisis en el suministro de metales porque se esperan diferencias de 2 a 4 millones de toneladas en el suministro del cobre, un 6-12% de la potencial demanda para 2030. También se prevén diferencias 50.000 a 100.000 toneladas de litio, un déficit del 2-4%. En níquel y en grafito, que se presupone abundante, se necesitan en materia pura para las baterías; también existen muy pocas fundiciones que refinen bauxita en aluminio y, por si fuera poco, salvo en China apenas se produce neodimio.
Son problemas difíciles de solucionar. Se podría reducir la brecha entre oferta y demanda reutilizando más materiales, una solución factible para el aluminio, el cobre y el níquel. Existen, además, nuevas tecnologías que buscan exprimir el suministro de los depósitos pero están todavía en fases iniciales y no se puede confiar en ellas para reducir las diferencias en el suministro de metales.
Empezar nuevas minas es otra opción, pero es una solución a muy largo plazo ya que a las nuevas explotaciones mineras les lleva años empezar a sacar materiales, de cuatro a siete para el litio y una media de 17 para el cobre.
A todo esto, hay que añadir que el suministro está muy concentrado y puede verse afectado por revueltas locales, conflictos geopolíticos y por el cambio climático. Por lo que el suministro de metales puede convertirse en una de las crisis que tengamos que afrontar en el futuro.
