En una comparecencia en 2005, Mervyn King, entonces gobernador del Banco de Inglaterra explicó su teoría de los tipos de interés y Maradona. El astro argentino en su actuación frente a Inglaterra en el Mundial de 1986, según contó King, representa cómo los bancos centrales deben conducir su política monetaria. Recorrió 60 metros desde su propio campo, regateó a cinco rivales (incluyendo al portero inglés) y acabó marcando.
Lo más sorprendente es que prácticamente corrió en línea recta. Amagando a sus oponentes con cambiar de dirección marcó gol sin tener que llegar a hacerlo. Para Mervyn King la lección estaba clara: guiar las expectativas de los inversores respecto a los tipos de interés en el futuro de manera hábil para obtener tu objetivo de inflación sin tener que cambiar los tipos de manera oficial.
En la mayoría de los casos la teoría de Maradona ha funcionado a la perfección. Tras la crisis financiera global de 2007-2009 y durante la pandemia del covid, los tipos de interés de los bancos centrales estuvieron cercanos al cero para estimular las economías. Incapaces de forzar los tipos a corto mucho más abajo muchos bancos centrales optaron por un enfoque “maradoniano”: asegurar a los inversores que no tenían ninguna intención de subir tipos a corto plazo. Los programas de quantitative easing (QE) o flexibilización cuantitativa en español, que llevaron a los bancos centrales a comprar grandes cantidades de bonos con reservas recién creadas reforzaron esta intención y aseguraban que los bancos centrales, y por ende los gobiernos, sufrirían grandes pérdidas y subían los tipos. Se marcó el gol y los tipos a largo plazo tocaron mínimos históricos.
Pese a su talento, ni siquiera Maradona fue capaz de emular su célebre gol en otras ocasiones por lo que confiar en que una estrategia así en política monetaria puede volver a funcionar no es del todo recomendable. Publicar su proyección de tipos bajo una serie de escenarios diferentes en lugar de hacer una única previsión podría ayudar a los inversores a entender cómo los responsables políticos reaccionarían ante diferentes condiciones de mercado pudiendo ajustar su respuesta a nuevos datos sin perder credibilidad y pudiendo recurrir de vez en cuando al efecto Maradona sabiendo que funcionará.