El año 2020 tuvo un mal comienzo para China y su economía. Cuando un nuevo virus empezó a extenderse en Wuhan, las primeras reacciones de las autoridades locales fue la de intentar silenciarlo. Algunos presagiaron que supondría un Chernobyl chino, el intento de enmudecer el escándalo nuclear que provocó una aceleración en la caída de la Unión Soviética.
No ha sido así, ya que el Partido Comunista de China impuso una cuarentena de proporciones impensables y severidad estricta. El confinamiento parece que ha dado resultados y el número de casos de COVID19 se ha frenado casi en seco y las fábricas han empezado a reabrir.
China esgrime esto como un triunfo de su modelo y junto a una gran maquinaria de propaganda se está erigiendo como un gran benefactor, suministrando al mundo el material necesario para hacer frente a la pandemia.
Si a esto le sumamos que el actual presidente de los EEUU, Donald Trump, ha mostrado que carece de interés en liderar una respuesta global al virus (a diferencia de otros presidentes que sí lo hicieron con el VIH y el Ébola); está llevando a varios analistas a considerar que esta pandemia puede suponer el punto de inflexión en la influencia del orden geopolítico y su economía.
Hay que ser muy prudentes al analizar los hechos, ya que al ser China un sistema totalitario no hay manera de que observadores externos comprueben si los datos que ofrece son precisos. Su falta de transparencia genera escepticismo entre los países ricos. Margrethe Vestager, comisaria europea de Competencia, ha instado a los gobiernos de la UE a tomar participaciones en compañías estratégicas para impedir que China se beneficie de la tormenta y pueda hacerse con ellas por poco dinero. Muchos gobiernos están tomando medidas para no depender del gigante asiático en materia de bienes estratégicos con el objetivo de salvaguardar su economía.
Un indicador de las ambiciones de China va a ser cómo se comporte en la carrera por conseguir una vacuna. Otro indicador será su papel como acreedor de países pobres. En el pasado, el gobierno de Pekín se ha mostrado inflexible como acreedor y ha usado su posición para obtener réditos políticos. Si ahora, como parece, se une a la decisión del G20 de suspender los pagos de deuda durante ocho meses, podemos considerar que sí está preparada para dar el paso y tomar un rol más importante en el orden político y económico mundial.
Aunque tal vez China nunca haya tenido interés en liderar el mundo y sí en asegurarse que otros no lo hacen y comprometen su posición actual. Sabemos que intenta reducir la importancia del dólar como moneda de reserva y siempre ha trabajado para colocar a sus diplomáticos en posiciones influyentes para dar forma según sus intereses a las normas globales. Por eso la decisión de Trump de minusvalorar la OMS fortalece la posición de China. La situación que el mundo está viviendo no tiene referencia histórica y las decisiones que se tomen modelarán el orden mundial de manera que todavía no podemos anticipar, por lo que tendremos que estar muy atentos a los acontecimientos.