El presidente de EEUU, Donald Trump, anunció el pasado jueves 22 de marzo la imposición de aranceles a China por valor de 60.000 millones de dólares anuales por violaciones de la propiedad intelectual a empresas norteamericanas, abriendo así un nuevo frente en la recientemente creada guerra comercial que mantiene estremecidos a los mercados financieros y a los gestores de fondos de inversión.
Por otro lado, el mismo jueves declaró que eximirán a la Unión Europea y a otros aliados de la imposición de aranceles al acero y al aluminio, reculando de su propuesta anterior, pero que podría establecer cuotas que impidiesen que un exceso de metales extranjeros inunde el mercado estadounidense.
Esta es la primera medida que toma Donald Trump directamente contra China, a la que acusa de vaciar el sector manufacturero estadounidense y de la pérdida de empleos en EEUU. Esta decisión se ha tomado en contra de la advertencia de distintos responsables políticos, como la actual directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, que advirtió que este conflicto comercial podría socavar la mayor recuperación mundial en años.
Guerra comercial declarada
El ex viceministro de comercio chino y ahora subdirector ejecutivo del Centro Chino para Intercambios Económicos Internacionales, Wei Jianguo, declaró que “si Trump firma dicha orden estará declarando la guerra comercial con China”. Wei declaró que China ni tiene miedo ni rehuirá una guerra comercial, pero advirtió que esa una mala idea porque no saldrá ningún ganador ni habrá beneficio alguno para ninguna de las dos naciones.
Las exportaciones chinas más sensibles a las medidas proteccionistas americanas son aquellas que compiten directamente con la producción radicada en EEUU, y que están producidas a través de cadenas de producción chinas o asiáticas con muy poca participación de empresas estadounidenses en el proceso.
Una guerra que viene de lejos
Fuentes oficiales americanas han planteado sus preocupaciones sobre las prácticas industriales chinas desde que Bill Clinton era presidente y Beijing no ha sido capaz de cumplir con sus promesas de reforma, según esas mismas fuentes oficiales.
Trump encargó al representante comercial estadounidense Robert Lighthizer el año pasado que investigase las alegaciones de que China viola la propiedad intelectual de EEUU. Después de siete meses de investigación, funcionarios americanos declararon haber encontrado pruebas sólidas de que China utiliza restricciones de propiedad extranjera para obligar a las empresas estadounidenses a transferir tecnología a empresas chinas, pero dichas pruebas no han sido todavía reveladas.