El crecimiento de la nube es rápido, inexorable y está volviendo del revés la industria de la tecnología. La vieja guardia está sufriendo y nuevos advenedizos están aflorando por doquier.
Los beneficios para los clientes han sido muy significativos. Comparado con los sistemas antiguos, tener servidores en la nube es mucho más barato. Añade una gran flexibilidad, empresas que necesitan aumentar la capacidad de sus servidores no necesitan pasarse semanas añadiendo nuevos equipos ni instalando software. En la nube pueden tener todo eso en unos minutos. Sus aplicaciones se pueden actualizar continuamente en vez de tener que hacerlo cada ciertos meses.
Los usuarios individuales también tienen sus ventajas. Pueden acceder a su email, a sus archivos y a sus fotos desde cualquier dispositivo.
Por si esto fuera poco, los servicios en la nube cuentan con una mayor seguridad, ya que los proveedores conocen mejor que los clientes cómo proteger sus sistemas de los hackers.
Pero no todo en la nube son beneficios, de hecho contribuye a un problema ya existente agravándolo aún más. Con los servidores físicos, una vez una empresa o cliente se decidía por un sistema operativo o por una base de datos, era difícil y costoso cambiar a otro. En la nube, este “corralito” es aún peor. Los proveedores de servicios en la nube trabajan principalmente en facilitar la subida de datos a sus servidores, acumulando grandes cantidades de información compleja que no se puede mover con facilidad a otro proveedor.
Los proveedores de servicios en la nube también crean un “ecosistema” de servicios interconectados que van desde el software hasta los dispositivos, lo que facilita la experiencia de usuario siempre y cuando no se aventure fuera de este universo.
Tener una gran dependencia de un solo proveedor es arriesgado. Si uno de estos proveedores se declara en quiebra, sus clientes pueden llegar a tener problemas para recuperar sus datos.
Pero aún con estos inconvenientes, la nube ha posibilitado que empresas que desarrollan su actividad casi exclusivamente online no necesiten grandes inversiones para constituirse, posibilitando que se creen nuevos sectores como el de los Robo Advisors o Asesores Automáticos. Facilitando, en este caso, la democratización del asesoramiento financiero.
A la nube le queda mucho camino por recorrer y ya han empezado a surgir debates por parte de los Gobiernos para crear una normativa que regule las buenas prácticas en este sector y proteja a los clientes de estos servicios.