El origen de la inversión ética o basada en valores se remonta a muchos años atrás, al papel desempeñado por la religión. No obstante, el interés moderno en la inversión responsable tal vez hunda sus raíces en las transformaciones sociales y el clima político de los años sesenta (piénsese en Vietnam y los derechos civiles), los años setenta (derechos laborales y apartheid), los años ochenta (campañas en contra del tabaco y la energía nuclear) y los años noventa, con los escándalos corporativos como Maxwell, Polly Peck y BICC.
A inicios del siglo XXI, fuimos testigos del lanzamiento del Pacto Mundial de las Naciones Unidas, que estableció los cimientos del enfoque ASG (aspectos ambientales, sociales y de gobierno corporativo) de hoy en día. En un principio, la respuesta del sector de la gestión de inversiones ante esta demanda se reveló relativamente esotérica. Durante este periodo, se creó un nicho de mercado para las inversiones exclusivas y socialmente responsables y, por entonces, los fondos temáticos centrados en asuntos específicos como la silvicultura, el agua y, en fechas más recientes, las energías renovables.
Mientras tanto, la lista de escándalos corporativos seguía alargándose (Worldcom, Enron, Parmalat, BP Macondo, Rana Plaza, Siemens, Olympus, Toshiba, la proliferación de ventas desleales en la industria farmacéutica y VW). Todo esto, a lo que hemos de añadir los efectos de la crisis financiera, ha venido alentando un irrefrenable deseo de cambio. En la actualidad, los desafíos sociales y políticos, junto con los debates populares sobre el cambio climático, la responsabilidad corporativa y la creciente desigualdad social dominan la prensa y el proceso de formulación de políticas. Esto ha sido potenciado por las redes sociales, la conectividad mundial y las nuevas generaciones de consumidores que conocen y están comprometidos con estos asuntos. Esto ha representado, en resumidas cuentas, una tormenta perfecta que ha otorgado a este ámbito una nueva dimensión de protagonismo y trascendencia.
El panorama actual resulta mucho más variado. De manera progresiva, un puñado de productos vanguardistas ha ido conformando un completo segmento de inversión apuntalado por los factores ASG. No obstante, hasta hace poco, la preocupación en torno a las concesiones que deberían hacerse en términos de rentabilidad financiera y unos enfoques excesivamente dogmáticos o basados en normas han seguido siendo un obstáculo para la aceptación popular.
Sin embargo, esto constituye solo una cara de la moneda. Además de atraer a una nueva clase de consumidores más conscientes de los aspectos sociales y ambientales, otro catalizador del cambio ha sido el creciente volumen de datos que demuestran no solo que estos enfoques no conllevan ningún sacrificio de rentabilidades financieras, sino que, si se adoptan de forma apropiada, también aportan significado a la inversión y oportunidades de lograr rentabilidades adicionales.
Estos datos empíricos se recopilaron y se sometieron a un estudio publicado en 2015 por la School of Business, Economics and Social Science de la Universidad de Hamburgo, en colaboración con Deutsche Asset & Wealth Management. El análisis se centró en más de 2.000 estudios y metaestudios empíricos sobre la relación entre los criterios ASG y la rentabilidad financiera corporativa. De este análisis se extrajo la conclusión de que cerca del 90% de los estudios corroboraba el argumento de que la rentabilidad financiera no se sacrifica. Esto ofrece una clara indicación de la validez de la función que esta disciplina puede desempeñar en la inversión. Estos datos analizados rigurosamente ponen de manifiesto que existe una plétora de oportunidades para aquellos que tengan la paciencia de explorar la abundante información de la que disponemos hoy en día.
Al mismo tiempo, la manida excusa del «deber fiduciario» como barrera a la inversión responsable ha sido desmotada por la Comisión de Derecho del Reino Unido, así como por estudios similares efectuados en toda Europa sobre los marcos jurídicos aplicables.
Esto no resulta sorprendente. Las compañías que prestan una especial atención a su gobierno y a unas prácticas de calidad son, por lo general, negocios bien dirigidos que gozan de una mayor capacidad de respuesta para afrontar los desafíos y aprovechar las oportunidades en un mundo donde las necesidades económicas y las oportunidades evolucionan rápidamente. En cambio, aquellas empresas que suscitan (a veces de manera recurrente) controversia y problemas muestran señales de una dirección complaciente o ineficiente, unas prácticas de mediocre calidad y una cultura de capa caída. Esto ha atraído una creciente y negativa atención mediática, y se ha traducido en daños para la reputación. En un mundo en el que se depende cada vez más de la reputación, la marca y el valor intangible, esto solo puede perjudicar la posición y las perspectivas de una empresa y su rentabilidad. Aunque se trata de una presentación relativamente simplista de la dinámica, pone de manifiesto la apasionante oportunidad de la que gozará la próxima fase de los factores ASG en el universo de inversión.
Un proceso de toma de decisiones bien fundamentado y una sólida dirección constituyen las bases de una actitud inversora responsable. Cada gestor de carteras adoptará medidas de diligencia debida con respecto a las compañías en las que decide invertir. La mayor parte de las firmas disponen de modelos internos diseñados para evaluar las perspectivas financieras con arreglo a unos criterios de inversión bien definidos (por ejemplo, el énfasis en los ingresos, el estilo valor o el crecimiento).
Si se adopta un enfoque juicioso, los aspectos ASG pueden y deben integrarse de manera fluida en la inversión «convencional», como parte del proceso de diligencia debida, tanto inicial como continuo, en la práctica totalidad de las carteras tradicionales. Puesto que se ha demostrado empíricamente
la relación entre los factores ASG y la rentabilidad de las empresas, esto debería ser lógico. Nadie desea invertir en compañías con una deficiente dirección o que perjudican el medio ambiente y las comunidades en las que operan —desde una perspectiva a largo plazo, esto carece de sentido, tanto en términos de sostenibilidad del negocio y del valor para los accionistas, como en lo que respecta a su licencia y capacidad para operar.
Desde hace tiempo venimos argumentando que resulta posible invertir de manera responsable sin sacrificar la rentabilidad financiera, y una buena parte de nuestra base de clientes institucionales coincide con nosotros, como reflejan los 26.000 millones de USD que gestionamos en una gama de estrategias de inversión responsable que satisfacen sus valores y objetivos.
Una respuesta a esta tendencia estriba en la adopción de un enfoque sistemático, es decir, la utilización de la tecnología para crear herramientas intuitivas, basadas en datos empíricos, que pueden integrarse a la perfección en los análisis de inversión y la gestión de carteras, de forma que un análisis ASG efectivo forme parte integrante del proceso global.
La conjugación de los conocimientos y las experiencias de los gestores de carteras, las diferentes disciplinas analíticas y los expertos cuantitativos contribuye a la generación de marcos inteligentes, sistemáticos y propios, capaces de atraer a todo tipo de inversores. Estos marcos se combinan con el análisis de inversión fundamental, los debates internos y el proceso de toma de decisiones. De esto podría derivarse naturalmente una eficaz construcción de carteras, un efectivo análisis y seguimiento de las carteras y las inversiones individuales, con la perspectiva de que las soluciones basadas en pruebas contundentes logren cubrir las necesidades y aspiraciones de los consumidores.
Este tipo de enfoque incorpora un abanico de herramientas que funcionan conjuntamente con los análisis financieros tradicionales, a los que complementan. Por ejemplo, una cartografía sectorial específica, desarrollada de forma colaborativa y dirigida por equipos sectoriales, enmarca y establece correspondencias con los asuntos ASG clave del sector que resultan pertinentes para las decisiones de inversión y que están vinculados con los riesgos y los catalizadores financieros del análisis de inversiones.
También ofrece un cierto margen para mantener paneles de inversión responsable basados en datos empíricos que integran calificaciones y marcas de riesgo internas que permiten una segunda comprobación de carácter sistemático en función de los méritos y los riesgos inherentes a las oportunidades y las decisiones de inversión.
Todos estos componentes mejoran el alcance y la comprensión que se puede obtener a partir de la categorización de las exposiciones y los rasgos globales de las carteras, ya se trate de una correspondencia con las principales tendencias (por ejemplo, en soluciones sanitarias) o de externalidades (por ejemplo, el cambio climático), que se consideran en un contexto de rentabilidades ajustadas al riesgo. Esta visión global de la calidad y las oportunidades que presenta inherentemente una cartera también proporciona nuevas e interesantes vías para crear soluciones potentes y transparentes para los clientes.
Muchos de estos factores podrían pasar desapercibidos en los análisis convencionales, pero son intrínsecos al análisis global y al fomento de unas satisfactorias perspectivas de inversión a largo plazo, así como un conocimiento más profundo de las características de calidad de las decisiones adoptadas. Una ventaja de perspectiva.
Y lo que es más importante, esto permitirá que los consumidores sean cada vez más conscientes de las consecuencias de sus decisiones de inversión, en lo que respecta a las características, la naturaleza y la dinámica de las carteras que utilizan.
Información importante: Las rentabilidades pasadas no son indicativas de los resultados futuros. El análisis incluido en este documento ha sido elaborado por Columbia Threadneedle Investments para sus propias actividades de gestión de inversiones, puede haber servido de base para la toma de decisiones antes de su publicación y su disponibilidad tiene carácter accesorio. Todas las opiniones formuladas en el presente documento son válidas en la fecha de publicación, pueden sufrir cambios sin previo aviso y no deben ser consideradas como asesoramiento de inversión. La información obtenida de fuentes externas se estima fidedigna, si bien su precisión o integridad no pueden garantizarse. La referencia a acciones o bonos específicos no debe interpretarse como recomendación de negociación. Este documento incluye declaraciones sobre perspectivas futuras, incluidas previsiones de las condiciones financieras y económicas futuras. Ni Columbia Threadneedle Investments ni sus consejeros, directivos o empleados ofrecen garantía alguna de que dichas declaraciones sobre perspectivas futuras vayan a resultar acertadas. El material incluido en esta publicación tiene carácter meramente informativo y no debe considerarse como una oferta o una invitación para realizar una compra o venta de cualquier título u otro instrumento financiero a ninguna persona en ninguna jurisdicción en la que dicha oferta no esté autorizada, ni para prestar asesoramiento o servicios de inversión. Este documento no podrá ser reproducido en forma alguna, ni facilitado a tercero alguno, sin el consentimiento expreso por escrito de Columbia Threadneedle Investments. Publicado por Threadneedle Asset Management Limited. Registrada en Inglaterra y Gales con el número 573204, Cannon Place, 78 Cannon Street, Londres EC4N 6AG, Reino Unido. Autorizada y regulada en el Reino Unido por la Autoridad de Conducta Financiera (FCA). La información contenida en este documento no constituye asesoramiento financiero alguno, y está dirigida exclusivamente a personas con el conocimiento adecuado en materia de inversión, que satisfagan los criterios normativos para ser considerados Clientes Profesionales de conformidad con las normas de la DFSA. Columbia Threadneedle Investments es el nombre comercial global del grupo de sociedades Columbia y Threadneedle. columbiathreadneedle.es Publicado en diciembre de 2016 | Válido hasta finales de febrero de 2017 | J25938