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¿Volverá Alemania a liderar Europa?

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Alemania se jacta de ser la economía más fuerte de Europa, con el sistema político más estable y con la ciudadanía más responsable del viejo continente, pero esta fachada cultivada durante tantos años se ha visto expuesta por la guerra en Ucrania. La dependencia, desarrollada cuidadosamente por Rusia, de la energía barata rusa ha revelado una vulnerabilidad preocupante a los chantajes del Kremlin y ha servido para, entre otras cosas, financiar la invasión rusa a Ucrania.

Esta situación no es más que producto de los errores cometidos por la autocomplacencia en la que se han negado a cuestionar suposiciones demasiado optimistas arraigadas en una sensación de superioridad que ha resultado ser fatua. El mayor ejemplo ha resultado ser la suposición de que comerciar sin reservas con Rusia amansaría su beligerancia, lo que la ha llevado durante muchos años a obviar las súplicas de aliados europeos para realizar inversiones en sí misma y en Europa con el fin de protegerse.

El energético no ha sido el único desafío que ha eludido confrontar Alemania en los últimos años. Su economía depende en exceso de la exportación de productos de ingeniería tradicional, sector con poco margen de crecimiento, y de la influencia de China, principal suministrador de bienes para manufacturar y principal mercado de venta para sus bienes manufacturados.

También tiene serios problemas de infraestructura, en parte, por sus estrictas reglas de gasto público que han hecho que apenas haya habido inversión. Tanto en el sector público como en el privado se encuentran por detrás en la digitalización de sus servicios además de carecer de mano de obra cualificada, un problema que anticipa un peligro demográfico mayor ya que en la próxima década más alemanes se jubilarán de los que entrarán a formar parte de la población activa.

Pese a los problemas enumerados anteriormente, la guerra en Ucrania parece haber abierto los ojos al país que se ha puesto manos a la obra para recuperar el tiempo perdido. En el campo energético, Alemania importaba el 55% de todo su gas de Rusia y pese a haberse reducido la parte rusa a la mitad, las reservas para el invierno se están almacenando al mismo ritmo que otros años. Para esto ha puesto a funcionar centrales de carbón que estaban infrautilizadas, ha anunciado una mayor inversión en renovables, probablemente extienda la vida útil de tres centrales nucleares que tenían fecha de cierre y levante la prohibición a la fracturación hidráulica, fracking, que le impedía acceder a sus reservas de gas de esquisto.

Alemania también ha reaccionado en términos de política exterior y pese a su antiguo tabú pacifista está enviando armamento a Ucrania y ha iniciado una revisión concienzuda de sus relaciones con China además de emitir una nueva estrategia de seguridad nacional. La digitalización y la sostenibilidad de su industria sigue siendo un objetivo pendiente mientras que ya están trabajando en regulación para atraer mano de obra cualificada al país. Todas estas medidas no sólo son beneficiales para Alemania como país sino para Europa como unión económica.

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