El 29 de noviembre de 2023 fallecía a los 100 años Henry Kissinger, secretario de Estado de los Estados Unidos durante los mandatos de Nixon y Ford que jugó un papel importante en la política exterior de su país entre 1969 y 1977 por lo que podemos considerarle una figura clave en el devenir de la historia.
Kissinger creció en una Alemania pre Segunda Guerra Mundial entre personas que lo despreciaban por ser judío. Los nazis echaron a su padre del instituto público de Fürth, cerca de Nuremberg. Su madre fue la primera en darse cuenta de que la Alemania que quería Hitler no ofrecía un futuro para su familia. En 1938; un Heinz, su nombre en aquel entonces, con 15 años viajó a EE.UU. con su familia. Nunca perdió su acento ya que consideraba que le daba profundidad a su voz.
Incluso sus detractores admiten que tenía una mente privilegiada. Su tesis de pregrado fue tan profusa, con 383 páginas, que dice la leyenda que hizo que Harvard introdujese la “regla Kissinger”, que limitaba a los estudiantes a menos de la mitad de esas páginas. Su doctorado analizaba cómo la diplomacia sostuvo la estabilidad en Europa durante casi un siglo después de la derrota de Napoleón. Cuando entró en la administración Nixon 15 años después, los conocimientos que había adquirido al estudiar a Castlereagh y a Metternich le permitieron lidiar con las ambiciones turbulentas de los EE.UU. y la Unión Soviética.
Solía trabajar fuera de la maquinaria oficial del Departamento de Estado y del Foreign Service, lo que sería el equivalente al Ministerio de Asuntos Exteriores, ya que pensaba que ésta había minado el vigor y la creatividad de la diplomacia estadounidense. Los canales diplomáticos extraoficiales con los soviéticos, los chinos y con casi cualquiera se adecuaban al gusto de Nixon por la conspiración y se adecuaban, también, a su propio anhelo de manejar los hilos en la sombra.
Tuvo fama de difícil como atestigua que numerosos asistentes dejaran su servicio, pero muchos se mantuvieron leales porque en los asuntos más importantes del día no sólo era perspicaz, sino que también les dejaba dar su opinión. Y en ninguna parte se enfrentó a asuntos más importantes que en la reordenación de la política exterior de EE.UU. entre las ruinas de la guerra de Vietnam.
En 1972, EE.UU. era vulnerable, ninguneados en el exterior y con divisiones internas, su respuesta fue explotar el creciente antagonismo entre la Unión Soviética y China para crear un nuevo equilibrio en el que ambos mirasen a EE.UU. para reforzar sus posiciones. Después, orbitó entre Egipto e Israel para suplantar el rol de la Unión Soviética en Oriente Medio.
Kissinger fue un estadista digno de sus héroes del siglo XIX. Logró colocar a EE.UU. en el asiento del conductor una vez más cuando parecía imposible. En sus últimos años hizo de la política un negocio y se dedicó, a través de la consultoría, a ayudar a muchos países a mejorar sus sistemas diplomáticos. Una figura con muchas aristas pero que sin ninguna duda fue clave en el devenir de la historia.