Si es usted una de las afortunadas 565 personas que han estado
en el espacio, puede haber experimentado el místico y poderoso estado emocional
llamado el «efecto perspectiva» (overview effect en inglés). Se trata
de un estado mental que han descrito los astronautas como una llamada de
atención para evidenciar el daño que estamos causando a la Tierra.
Como inversores, más que como viajeros espaciales, nos damos
cuenta de la fragilidad del medio ambiente, de las comunidades y de las
empresas en las que invertimos. La reciente pandemia ha evidenciado que las
vulnerabilidades que muestran las empresas a los shocks externos pueden poner a
prueba la resistencia de sus modelos de negocio a largo plazo. El cambio climático
es un factor que se desencadenó hace muchos años y puede que (todavía) no sea
una amenaza inmediata para muchos de nosotros. Como resultado, podría resultar
fácil caer en la tentación de no cumplir los compromisos de hacerle frente y
dejar de lado las ambiciones climáticas frente a cuestiones más inmediatas.
Nosotros no pensamos así. Como inversores a largo plazo, tenemos
la capacidad de apoyar a las empresas en sus ambiciones de transición
energética. Lo hacemos no sólo porque puede ser lo «correcto», sino
también porque las empresas más resistentes sobrevivirán a largo plazo y
ofrecerán rentabilidades más sostenibles. Nos centramos en dos áreas clave: qué
impacto material podría tener el cambio climático en el negocio y el grado de
eficacia de la organización para hacerle frente. Nos interesan especialmente
las empresas que pueden demostrar que se han embarcado en un viaje para
descarbonizar sus actividades. Al incluir los bonos, una estrategia viable de
descarbonización ayudaría en parte a asegurarnos de que el negocio de la
compañía es resiliente, que será capaz de generar flujo de caja, de pagar su
deuda y de continuar accediendo a los mercados de capital a un coste de
financiación razonable.
La transición a una economía con bajas emisiones de carbono es
especialmente problemática para el sector de los servicios públicos en la
región de Asia Pacífico, dada su dependencia de la generación eléctrica
alimentada por carbón de bajo coste y en grandes cantidades. Para nosotros es fundamental canalizar el capital
privado hacia empresas que puedan demostrar su compromiso de alejarse de los
recursos más contaminantes.
Además de los análisis que hacemos sobre el riesgo de carbono a
nivel específico de cada compañía, también
las estudiamos desde arriba. La
perspectiva de su directiva nos dice si en su junta directiva existe un comité
a cargo de la sostenibilidad y si los indicadores de desempeño en relación al
desarrollo de la transición energética están vinculados a la remuneración de
los ejecutivos. También evaluamos el nivel de esfuerzo realizado por la empresa
para comunicarse con los inversores, por ejemplo, mediante informes de
sostenibilidad y/o adhiriéndose a iniciativas de divulgación mundial. Las
actividades de lobby también pueden ser un indicador de si la empresa está
apoyando las causas «correctas» que se alinean con su visión del
carbono y si realmente su discurso va en línea con sus acciones.
También evaluamos si la empresa se ha comprometido con el
cumplimiento de los objetivos y plazos de descarbonización, y si informa sobre
los tipos de proyectos que le permitirán acercarse a la consecución de esos
objetivos. Por ejemplo, una compañía puede comprometerse a retirar
anticipadamente el 50% de sus unidades de carbón para 2025. También podría
embarcarse en un cambio radical en el uso de combustible de carbón a gas
mediante la construcción de una nueva central eléctrica a gas para mediados de
la década de 2020. También podría comunicar de forma transparente el grado de
reducción de las emisiones que lograría con el cambio de la generación de
energía de carbón a la de gas. Por último, podría fijarse el objetivo de
aumentar la proporción de energía renovable en su combinación de generación
desde niveles mínimos a un 30% para 2030.
Por lo tanto, el resultado de nuestra evaluación del riesgo del
carbono es doble. En primer lugar, nos permite tener una visión más holística
del riesgo y las oportunidades de nuestras inversiones al considerar su
exposición a los riesgos climáticos emergentes. En segundo lugar, nos ayuda a
hacer que nuestras carteras sean más resistentes al clima invirtiendo en
empresas cuyo modelo de negocio sea realmente viable y sostenible a largo
plazo.
Basándonos en nuestro análisis de la exposición actual al
carbono y en la estrategia para la futura descarbonización, nos gustan las
empresas que pueden desempeñar un papel clave en la transición energética. El
«efecto de perspectiva» incitó a los viajeros espaciales a ver el
panorama general y a mirar el mundo en su totalidad. La transición energética
debería tener el mismo efecto en los inversores, ayudando a desarrollar un
marco de inversión planetario y multigeneracional, y financiando un mundo
sostenible para que muchos más astronautas de las generaciones futuras puedan
admirar el «efecto perspectiva»: nuestro planeta.
Autor: Petra Daroczi, analista de ESG en Renta fija de Aberdeen Standard Investments