La neuroeconomía estudia el comportamiento económico mediante el análisis de cómo funciona la mente humana y, en particular, qué áreas neuronales se activan cuando se toman ciertas decisiones, como las condiciones de incertidumbre. Esta interdisciplina combina métodos de investigación de distintos campos tales como la neurología, la economía conductual, la psicología cognitiva y la psicología social.
Experimentos neuroeconómicos confirman las anomalías sistemáticas observadas por los eruditos de las finanzas conductuales al mostrar que ciertas situaciones siempre estimulan las mismas áreas neuronales y, por lo tanto, las mismas respuestas. Por ejemplo, centrarse únicamente en una ganancia monetaria puede activar áreas cerebrales que alteran la percepción de la rentabilidad-riesgo a favor de la primera. Por otra parte, mientras que la ganancia esperada se percibe de inmediato, la probabilidad correspondiente se calcula después, así que cualquier cambio en la probabilidad da lugar a respuestas tardías con respecto a las respuestas provocadas por los cambios en la ganancia.
La aversión a la perdida también parece estar impulsada por las áreas neuronales que procesan los sentimientos negativos, como la ansiedad y el miedo, y realiza elecciones actuales que derivan de experiencias pasadas. Los datos experimentales, por ejemplo, han demostrado que las personas más saludables evitan el riesgo tras sufrir una serie de pérdidas financieras. Sin embargo, los individuos con las amígdalas dañadas tenían una falta de aversión a las pérdidas a pesar de que tenían niveles normales de la aversión al riesgo general (Motterlini, 2010).
La neuroeconomía ha explorado también decisiones intertemporales. La inconsistencia dinámica parecería ser desencadenada por la interacción de varias áreas del cerebro que identifican prioridades en conflicto, lo que lleva a un comportamiento que se puede representar a través del descuento hiperbólico.
No todo el mundo está de acuerdo con este nuevo campo y varios expertos lo han criticado ya que, en su opinión, los estudios neuroeconómicos malinterpretan y subestiman los modelos económicos tradicionales.
Un argumento habitual de los economistas tradicionales a esta disciplina es que el uso de datos cualitativos en observación, como son el tiempo de respuesta, el seguimiento del movimiento ocular y las señales neuronales que la gente genera durante este proceso, deberían estar excluidos de cualquier análisis económico.