Economía: Las cadenas de suministro como fortaleza y no como debilidad

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En marzo de 2021 un carguero bloqueó durante una semana el canal de Suez haciendo saltar las alarmas en el mundo de la economía porque las cadenas de suministros se vieron comprometidas.  

Desde el inicio de la década de los 90 las cadenas de suministros se han esforzado en maximizar la eficiencia, las empresas han tratado de especializar y concentrar tareas específicas en distintos lugares para beneficiarse de las economías de escala. 

Eventos recientes como la guerra comercial, la pandemia o el mero bloqueo durante 6 días de una ruta comercial han comenzado a extender la percepción de que las cadenas de suministros globales podrían suponer una debilidad para la economía de un país. 

Una de las principales críticas contra la globalización es que concentra en exceso la producción y elimina las reservas de stock. Las cadenas de suministro abarcan algunas de las formas más sofisticadas de la actividad humana y la dependencia de ciertos productores, sobre todo si existen conflictos geopolíticos, puede hacer que los países desconfíen de depender unos de otros. 

Los gobiernos tienen un rol fundamental a la hora de asegurar los suministros para su población pero se enfrentan a varios retos. Pueden apoyar la investigación y el desarrollo pero el uso de técnicas chovinistas como los subsidios al empleo local o la preferencia por lo manufacturado dentro de sus fronteras sólo compensarán a largo plazo si un suministro vital se encuentra monopolizado por un país que se vea expuesto a interferencias por parte de gobiernos hostiles como puede pasar con ciertos tipos específicos de minerales. 

El autoabastecimiento como política opuesta a la globalización parece dar cierta seguridad en cuanto a evitar problemas de suministros pero no debemos olvidar que los precios que a día de hoy se pagan por los productos son consecuencia de las cadenas de producción globales. 

Si se duplican las cadenas de producción se perdería eficiencia en ellas aumentando los costes de los bienes. Por otra parte, los subsidios a empresas locales sólo podrían mantenerse subiendo impuestos a los productos. En ambos casos el precio de los bienes subiría generando una inflación en la economía difícil de controlar

Aún con todo, este tipo de políticas autárquicas sólo podrían ser llevadas a cabo por grandes países ya que los países demasiados pequeños o demasiado pobres para auspiciar industrias avanzadas quedarían fuera de este círculo y estarían a merced de los grandes que podrían cambiar suministros por influencia haciendo la geopolítica mucho más compleja. Incluso los países con mayor tamaño que sí pudiesen hacer frente a un autoabastecimiento serían muy sensibles a los shocks internos y les dejarían casi sin margen de maniobra cuando se enfrentasen a crisis de abastecimiento. 

La fortaleza no viene de la autarquía sino de contar con distintas fuentes de suministros. 

Las pobres perspectivas financieras de los jóvenes

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Economía

Habiendo nacido en el periodo más próspero de la historia de la humanidad, los jóvenes de hoy en día tienen mucho que celebrar. Desgraciadamente también tienen mucho que lamentar. Para empezar, heredarán la crisis climática y sufrirán las consecuencias económicas de la pandemia. Todos aquellos nacidos después de 1997, la llamada generación Z, probablemente tendrán que lidiar con cifras elevadas de desempleo, con ingresos bajos y un aumento de impuestos para pagar las deudas contraídas en pandemia. 

A este poco alentador panorama habrá que sumar las malas perspectivas financieras que Credit Suisse ha dibujado en su último global investment returns yearbook. Según el gigante financiero suizo, los retornos en Acciones y Bonos serán significativamente menores que los disfrutados por anteriores generaciones 

Los autores del informe, Elroy Dimson de la Universidad de Cambridge y Paul Marsh y Mike Stauton de la London Business School, han empezado mirando las rentabilidades promedio desde 1900 y han calculado que: 

  • Los nacidos entre 1946 – 1964 obtuvieron, en promedio, un 7,1% en Acciones; un 3,6% en Bonos y un 6,4% en una cartera 70-30 (todas rentabilidades anualizadas). 
  • Los nacidos entre 1965 – 1980 obtuvieron, en promedio, un 5,7% en Acciones; un 5,0% en Bonos y un 5,9% en una cartera 70-30 (todas rentabilidades anualizadas). 
  • Los nacidos entre 1981 – 1996 obtuvieron, en promedio, un 5,0% en Acciones; un 5,8% en Bonos y un 5,7% en una cartera 70-30 (todas rentabilidades anualizadas). 

En base a estos datos y asumiendo que el retorno real de las acciones será igual a un retorno ajustado a la inflación de un activo libre de riesgo (letras del Tesoro estadounidense) que estiman en -0,5% más un risk premium de 3,5% para un retorno real de 3% y que los bonos mantendrán su rendimiento negativo han estimado que: 

  • Los nacidos desde 1997 obtendrán en las próximas décadas, en promedio, un 3,0% en acciones, un -0,5% en bonos y un 2,0% en una cartera 70-30 (todas rentabilidades anualizadas). 

Unas perspectivas nada alentadoras que, según los autores del estudio, podrían no ser tan malas si hubiese deflación (exceso de oferta con disminución de precios) ya que subiría los retornos de los Bonos. Recordemos que, a día de hoy, la preocupación es si las condiciones actuales provocarán una gran inflación, no hay visos de deflación. 

Ante este futuro tan poco halagüeño lo único que podemos recomendarles es que busquen a un asesor profesional con comisiones bajas para evitar que se coma su escasa rentabilidad, que creen un objetivo de inversión a largo plazo con Línea Vital Financiera, que mantengan su Horizonte Temporal de Inversión pese a las fluctuaciones que puede tener el mercado, que no hagan caso a los cantos de sirena que vengan de activos no tradicionales como las criptodivisas y que ahorren mes a mes. 

Ojalá los autores se equivoquen y los retornos futuros sean mucho mayores.