Economía: Disrupción en el mundo de las grandes tecnológicas

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En plena pandemia y con la economía mundial tambaleándose, las grandes tecnológicas han disfrutado de un lucrativo 2020. En principio, la cosa no queda ahí ya que los 7,6 billones de dólares de valoración de las FAMAG (Facebook, Amazon, Microsoft, Apple y Google) implica que los inversores creen que sus ventas se doblarán en los próximos diez años. 

A pesar de todo, si analizamos más pormenorizadamente el sector podemos observar que estamos a mitad de un cambio donde la competencia por ofrecer servicios está creciendo. Los líderes del mercado mantienen su cuota, pero la cuota del segundo y del tercero ha aumentado del 18% al 25% desde 2015 según datos de The Economist. Lo que refleja dos claras tendencias:  

  • La primera es que las grandes empresas tecnológicas, con sus productos asentados, y viendo que nuevas oportunidades emergen y que aparecen riesgos regulatorios en EE.UU., Europa y China están optando por diversificar su oferta y competir en sectores alejados de su core. Microsoft y Alphabet (la matriz de Google) están compitiendo directamente con Amazon por la nube y Amazon, por su parte, es la nueva fuerza emergente en la publicidad digital. 
  • La segunda tendencia es que los outsiders ganan impulso. Disney ha conseguido 116 millones de nuevos clientes para su plataforma de streaming en 18 meses mientras que Walmart, el gigante de los grandes almacenes, vendió 38.000 millones de dólares de manera online. No sólo grandes empresas tradicionales sino también empresas independientes, como Shopify y Paypal, están generando suficiente beneficio como para seguir manteniéndose en el negocio de manera independientes. 

Podríamos pensar que estas nuevas tendencias que fomentan la competencia se deben exclusivamente al efecto de la pandemia en la economía y tan pronto acabe terminarán, pero hay un precedente que viene de Asia. Allí las tecnológicas han dado un salto hacia delante y la delimitación entre su oferta de productos y servicios se ha difuminado, provocando un cambio en las cuotas de mercado, menores márgenes y una mayor innovación. Las empresas asiáticas piensan no en clientes sino en suscriptores que podrían consumir una gran variedad de servicios y en lugar de intentar obtener una posición dominante en un único nicho buscan expandirse mediante la diversificación, aunque suponga entrar en competencia con otros gigantes. 

Pese a todo, esta rivalidad oligopolista no ha conseguido interrumpir el duopolio Apple-Alphabet en los sistemas operativos de teléfonos o en las App Stores y es que existen muchos acuerdos muy cómodos para las “grandes”, por ejemplo, Alphabet paga 12.000 millones de dólares al año para que Google sea el buscador predeterminado en los iPhones. 

Es aquí donde los reguladores pueden marcar la diferencia. El Departamento de Justicia de EE.UU. ha demandado a Google por estos pagos. En Europa, los reguladores están investigando quejas antimonopolio por las App Stores mientras trabajan para obligar a las diferentes empresas a colaborar juntas para facilitar a los usuarios movilizar sus datos. 

La competencia, aunque sea oligopolista, en el sector parece que podría beneficiar a los consumidores. Las empresas competirán por ofrecer más servicios, podrían mejorar los estándares de privacidad, ya que las plataformas tendrán que diferenciarse por la confianza, y esto podría estimular la innovación mientras más plataformas buscan nuevos servicios para ofrecer al cliente. 

Nadie pensó en el año 2000 que la tecnología sería monopolística y luego se aceptó de manera tácita. Hoy no podemos saber si este nuevo patrón de competencia llegará a beneficiar realmente a los consumidores, pero el futuro es más esperanzador que si se mantienen los monopolios. 

El Cortoplacismo en fondos de inversión

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Qué le pedimos a los gestores de fondos de inversión en términos de rentabilidad y cómo se les incentiva cuando consiguen resultados.  

En economía existe un problema que se llama el problema del agente-principal, una traducción mejorable del principal-agent problem en inglésEste problema viene a definir los conflictos de prioridades entre una persona o un grupo y del representante que debe actuar en función de los intereses de dicha persona o grupo.  

Cuando una persona delega ¿cómo puede estar segura de que su delegado actuará de manera responsable y no actuará en beneficio propio? En el mundo de los fondos de inversión vendría a ser cómo pueden los inversores estar seguros de que el gestor actuará en beneficio de estos y no en el suyo propio. 

Hay dos maneras típicas de asegurar que no existe este problema del agente en el mundo de los fondos de inversión: los incentivos y la inversión del patrimonio del gestor en el propio fondo. 

Una manera que tienen las gestoras de garantizar el alineamiento de intereses entre gestor y partícipes es la obligación contractual por parte del gestor de invertir la mayoría de su patrimonio en el propio fondo que gestiona. De esta manera pueden asegurar a los partícipes que las decisiones del gestor están en línea con los partícipes ya que él es uno más. 

La otra forma es mediante los incentivos sobre la rentabilidad o performance del fondo de inversión. Habitualmente se incentiva a los gestores en función del rendimiento del fondo respecto de un activo de referencia como puede ser su benchmark o la media de su categoría. 

El problema viene en determinar en qué rango de tiempo medimos el exceso de rentabilidad del fondo para calcular el incentivo. La medida estándar es el año: El premio al mejor fondo del año, al mejor gestor del año, el más rentable del año… 

Esta medida tiene que ver más con cómo medimos el paso del tiempo que con el horizonte temporal de los activos subyacentes (en los que invierte el fondo de inversión) dando lugar a una disonancia que se llama Cortoplacismo. Es decir, que al incentivar a los gestores a obtener un rendimiento superior en periodos de años naturales les estamos desincentivando para que busquen activos que obtengan una mayor rentabilidad en los propios horizontes temporales de inversión del activo, dando como resultado un rendimiento inferior cuando la inversión cumple el horizonte temporal marcado. 

Es por eso que la mejor manera de seleccionar fondos de inversión es tener en cuenta el rendimiento del fondo en periodos rotatorios de su horizonte temporal de inversión y olvidarse de la rentabilidad en periodos de años naturales. 

Los procesadores, el nuevo recurso esencial para la economía

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La industria de los procesadores está en pleno auge. La capitalización bursátil de las empresas de semiconductores supera los 4 billones de dólares, cuatro veces más que hace cinco años. Los precios de las acciones de los fabricantes de procesadores se han disparado durante la pandemia de covid-19 mientras el trabajo se ha digitalizado y los consumidores han recurrido al streaming y a los videojuegos como forma de ocio. Cambios que han impulsado una ola de fusiones y adquisiciones entre empresas del sector

Esta situación se está produciendo dentro una confluencia de tendencias que está reorganizando esta industria y su peso en la economía global. En un extremo tenemos el diseño de los procesadores, donde hay un auge en la competencia y en la innovación desde las empresas tradicionales a los nuevos gigantes tecnológicos pasando por una miríada de start ups. Todas buscan capitalizar la nueva demanda de hardware que requiere la revolución de las Inteligencias Artificiales (IA), las nuevas redes de comunicación como el 5G y demás aplicaciones especializadas.  

Para cualquier sector serían grandes noticias si no fuese por lo que está pasando en el otro extremo, en la manufactura de estos procesadores. En las fábricas donde los procesadores tan cuidadosamente diseñados se hacen realidad, los costes de producción se están disparando para poder estar al día con los avances tecnológicos y los límites físicos de los mismos.  

La principal consecuencia es que la explosión en el diseño de los procesadores se está canalizando hacia un número cada vez menor de fábricas capaces de manufacturarlos. Sólo hay tres empresas en el mundo capaces de hacer los procesadores más avanzados: Intel, TSMC en Taiwan y Samsung en Corea del Sur. Esto supone que el 80% de la capacidad de manufactura de procesadores se encuentra actualmente en Asia. 

Dado el nivel de desarrollo actual, casi cualquier objeto es inteligente en mayor o menor medida por lo que necesitan procesadores. Como consecuencia, los procesadores se han convertido en un bien necesario para el normal funcionamiento de la economía y el problema que se plantea tiene un alcance global. 

Si los procesadores son un bien necesario para la economía y el 80% de la producción se encuentra en Asia los países desarrollados se juegan la escasez de estos bienes en el caso de un escenario adverso como por ejemplo el de una guerra comercial.  

Por este motivo EE. UU. ha dado prebendas a TSMC a cambio de que ésta monte una fábrica en Arizona y un paquete de subsidios e incentivos espera la financiación del Congreso para incentivar la creación de fábricas en suelo estadounidense. Por su parte la Unión Europea, que cuenta con hubs tecnológicos en Bélgica y Países Bajos, quiere que más países manufacturen procesadores. En diciembre de 2020 los 17 acordaron gastar decenas de miles de millones de estímulos post pandemia para la creación de fábricas capaces de desarrollar los procesadores más innovadores para mediados de esta década. 

Las nuevas tecnologías están reordenando la economía hasta niveles de crear nuevos recursos esenciales que hace unos años ni nos hubiésemos planteado y nos sitúan en un nivel de competencia que hace difícil a nuevas compañías la entrada al mercado por sus elevados costes. 

Economía: Cómo la inflación puede trastocar las políticas económicas mundiales

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La posibilidad de que aumente la inflación tras la pandemia es cada día más plausible. En enero los precios en la eurozona crecieron al mayor ritmo de los últimos cinco años y las estadísticas pronto contribuirán a la percepción del inicio del repunte de la inflación.  

El principal problema de la economía mundial durante la mayor parte de la última década, según los objetivos marcados por los bancos centrales, ha sido la escasa inflación, por lo que un aumento repentino puede ser visto, erróneamente, como un buen indicativo. Pero nada más lejos de la realidad, de hecho, podría suponer un grave problema para la economía mundial. 

Hay pocas perspectivas de que la eurozona pueda mantener una inflación creciente de manera sostenida. No ha reducido tipos durante la pandemia y su déficit público se mantiene en niveles inadecuados teniendo en cuenta sus perspectivas económicas y su escasa maniobrabilidad en políticas monetarias. 

En EE. UU. una alta inflación podría traer consecuencias ya que el alza de precios, de darse, podría mantenerse de manera consistente en el tiempo. La Reserva Federal (FED) ha prometido mantener los tipos de interés bajos y continuar con su programa de compra de bonos ya que quiere que la inflación supere su objetivo del 2% para compensar la falta de ésta en los últimos años. Pese a todo, no puede permitirse que supere este objetivo por un amplio margen y se vería obligada a subir los tipos para mantenerla bajo control. La subida de tipos vendría con un coste asociado. Por un lado, dado el momento actual de la economía estadounidense podría aumentar el riesgo de una nueva recesión. Por otro lado, habría un impacto directo en los mercados.  

La mayoría de análisis y expectativas en el panorama financiero actual se basan en la premisa de que los bancos centrales mantendrán los tipos de interés bajos a largo plazo. Esto permite, entre otras cosas, el gasto de dinero público por parte de los Gobiernos para facilitar ayudas sin que afecte sobremanera a sus deudas. 

Para los mercados emergentes, una subida de tipos en EE. UU. supondría un duro golpe ya que la mayoría han estado experimentando con políticas monetarias no convencionales y con mayores déficits presupuestarios como han hecho los países desarrollados. Una subida de tipos supondría un dólar fuerte lo que implicaría una casi segura salida de flujos desde las economías emergentes como ya pasó en 2013. Con la situación actual sería una complicación más para lidiar con la pandemia. 

Hay muchas razones para querer escapar del paradigma de tipos bajos y baja inflación, pero hay que tener cuidado para que esta no se dispare porque abocaría a la economía mundial a un nuevo problema con el que lidiar.