Por David Bui y Jonathan Graas, Gestores de renta variable estadounidense en DPAM.
Después de dos debates presidenciales turbulentos y un período previo caótico en medio de una pandemia mundial, las elecciones presidenciales tendrán lugar el martes 3 de noviembre. Tanto Joe Biden como Donald Trump han pregonado abiertamente sus opiniones -muy diferentes- sobre las posibles soluciones a los múltiples desafíos de 2020, con efectos potencialmente muy contrastados para Estados Unidos y su crecimiento futuro. Echemos un vistazo más de cerca a las principales políticas de ambos candidatos presidenciales, su impacto sobre la sostenibilidad, el crecimiento económico y el mercado de renta variable en Estados Unidos.
La sostenibilidad en EE.UU.: un enfoque incongruente
En los últimos años, la sostenibilidad parece haber tomado a Europa por sorpresa. Al otro lado del Atlántico, las cosas son algo diferentes. En primer lugar, debemos tener en cuenta las diferencias culturales entre ambas regiones, que tienen un impacto directo en la evolución de esta tendencia. Estados Unidos, como país estructuralmente liberal y desregulado, afronta peor la implementación fuertemente regulada en materia de sostenibilidad en todos los sectores e inversiones.
En cuanto a inversión sostenible, parece que el gobierno de Estados Unidos ha adoptado un enfoque más cauto que en Europa. De hecho, bajo la presidencia de Trump hemos sido testigos de un impulso general contra las inversiones sostenibles, ya que el presidente estadounidense siempre ha negado el cambio climático, como demostró al sacar a su país del Acuerdo de París sobre el Clima. Por su parte, el Departamento de Trabajo ha intentado limitar la inclusión de fondos ASG en los fondos de pensiones. Quiere hacer hincapié en el interés financiero como principal prioridad y reducir la influencia de cualquier factor externo que pueda perjudicar la rentabilidad de un fondo. Un argumento cuestionable, ya que los fondos ASG en general han demostrado superar a sus competidores (especialmente durante la crisis del COVID). El enfoque crítico del Departamento de Trabajo podría terminar por volverse en su contra, ya que actualmente más del 60% de los estadounidenses considera que las empresas deberían incluir criterios de sostenibilidad.
- En materia fiscal, el recorte de Trump en el impuesto de sociedades pretendía promover la economía y favorecer el empleo y, en consecuencia, las condiciones de los trabajadores. A corto plazo, esto podría haber sido una medida positiva, fuerte y sostenible, que mejorase las condiciones de trabajo y fomentara la gobernanza empresarial. Lamentablemente, los ahorros de esta exención tributaria no han logrado filtrarse hasta abajo. La liberalización que ha llevado a cabo ha ayudado a algunos sectores a corto plazo, pero también ha sido un tanto electoralista y corta de miras, menos eficaz a largo plazo. Tras un recorte de impuestos el gobierno tiene que encontrar otra fuente de ingresos, lo que demuestra que su agenda política no es tan equilibrada como se ha presentado.
- También se suponía que la guerra comercial de Trump contra China beneficiaría a la economía estadounidense, ya que el presidente quería nivelar el terreno de juego. Esto también ha resultado ser más costoso de lo previsto inicialmente (que asciende aproximadamente al 0,5% del PIB de EE.UU.). Los agricultores, especialmente, han sufrido por los aranceles de represalia chinos sobre los productos agrícolas estadounidenses. Al final, EE.UU. ha terminado con un déficit comercial global aún mayor.
- Trump ha facilitado la continua difusión de sus creencias reaccionarias mediante el nombramiento de tres jueces conservadores en el Tribunal Supremoy recientemente, ha conseguido nombrar con éxito a Amy Coney Barrett como sucesora de Ruth Bader Ginsburg, justo antes de las elecciones de noviembre. También ha presidido el nombramiento de 200 jueces, abogando por una fuerte presencia conservadora en el sistema judicial estadounidense por muchos años.
Es importante destacar que los criterios de ASG y la sostenibilidad nunca han sido componentes clave de la campaña de Trump. En vez de ello, su agenda se centra principalmente en el crecimiento de la economía estadounidense y la creación de empleo. Dos conceptos que -según él- son totalmente incompatibles con la sostenibilidad. En cambio, la presidencia de Obama tuvo un énfasis mucho mayor en la sostenibilidad, priorizando intensamente la reducción de las emisiones de carbono. Biden planea adoptar un enfoque similar.
Biden tiene un plan electoral claro. Este último trata de introducir su opinión sobre el acuerdo ecológico de la UE y revolucionar el enfoque de Estados Unidos hacia la sostenibilidad y el medio ambiente. La idea general está clara: quiere establecer una infraestructura moderna y sostenible, y un futuro equitativo y de energía limpia. De hecho, con el tiempo quiere eliminar completamente la dependencia de Estados Unidos de los combustibles fósiles para 2050. Por ejemplo, Biden ha declarado previamente que quiere sustituir/reformar los autobuses escolares estadounidenses (los 500.000 que hay) para volverlos libres de carbono. No obstante, los detalles de su gran plan siguen siendo relativamente imprecisos. Biden ha dedicado poco tiempo a preparar los aspectos prácticos o la viabilidad real de este proyecto. Y estas cuestiones prácticas tienen un precio. La campaña calcula que una transición sostenible con éxito costaría aproximadamente 2 billones de dólares, que es más o menos el 12% del presupuesto estadounidense en los próximos cuatro años.
La renta variable de EE.UU.: el resultado de las elecciones y el poder del Congreso
Está claro que los respectivos enfoques de Biden y Trump sobre sostenibilidad, y la economía en su conjunto, son muy diferentes. Sin embargo, las elecciones presidenciales sólo muestran una parte del panorama. El Congreso también juega un papel fundamental.
Si Biden se convierte en el próximo POTUS [Presidente de EE.UU., por sus siglas en inglés], y el Congreso tiene mayoría demócrata, lo primero que veremos es, probablemente, una venta. Los mercados podrían caer en picado a corto plazo debido a posibles aumentos del impuesto de sociedades. Algunos sectores -como el farmacéutico o las grandes tecnológicas- también podrían enfrentarse una mayor regulación. El enfoque de Biden podría tener más éxito a medida que pase el tiempo. Su transición sostenible impulsaría los sectores renovables y, con suerte, crearía nuevos mercados y puestos de trabajo. Sin embargo, si la mayoría del Congreso no se alineara con el presidente, la situación se volvería mucho más difícil, tanto a corto como a largo plazo. Sin el apoyo del Congreso, Biden quedaría significativamente limitado, e incapaz de realizar cambios bruscos.
Las acciones de Trump también estarían limitadas si es reelegido pero tiene que lidiar con una mayoría demócrata en el Congreso. Aún así, es probable que los mercados reaccionaran positivamente a corto plazo, gracias a una menor incertidumbre. La tendencia de Trump a liberalizar los mercados será positiva para los bancos y el sector energético. Pero algunos valores que están expuestos a China y a los grandes exportadores podrían sufrir, pues es muy probable que Trump siga con su guerra comercial. El impacto será menos tangible a corto plazo, ya que los mercados se han acostumbrado a esta hipótesis. Si Trump ganara y el Congreso tuviera mayoría republicana, esto sería muy positivo para los mercados gracias a la desregulación, pero no tan positivo a largo plazo. Sin embargo, puede que las empresas sigan impulsando la sostenibilidad si tiene sentido y sigue habiendo argumentos a su favor, como en un ejemplo del sector energético: la mayor empresa estadounidense de servicios públicos es la que tiene más energías renovables, lo cual no sólo llevará a una mayor rentabilidad, sino que también será el camino más fácil hacia la sostenibilidad.
Por último, los resultados de las elecciones también podrían terminar siendo impugnados. Este sería el peor resultado posible, ya que la incertidumbre y el conflicto podrían tener un efecto muy negativo en los mercados, con una gran venta. A la vista de estos resultados tan dispares, y sus posibles implicaciones financieras, los inversores han estado últimamente bastante nerviosos. Aunque no queremos descartar la importancia a corto plazo de las elecciones estadounidenses, generalmente sólo causan trastornos relativamente breves en los mercados, y son de escasa trascendencia a largo plazo. Para limitar el impacto de estas perturbaciones, como inversores a largo plazo, estamos a favor de una cartera diversificada que se centre en empresas de alta calidad. Nos gustan especialmente las empresasque ofrecen dividendos. Las empresas con una política sólida de crecimiento de dividendos deberían ser capaces de mantener unos rendimientos constantes, incluso en mercados turbulentos. A través de los dividendos, las empresas pueden mandar un mensaje sobre su salud, valor y calidad. Al margen de la empresa o el sector de que se trate, siempre se debe evaluar si el flujo de caja de una empresa se ha invertido correctamente, ya sea como inversión en el crecimiento de la compañía o como pago de dividendos.