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La paradoja de los mercados frente a las decisiones de los bancos centrales

La paradoja de los mercados frente a las decisiones de los bancos centrales

Compras de deuda pública, los «covered-bonds», crédito «Investment Grade», tipos de interés a cero, los de depósitos en negativo, inyecciones masivas de liquidez ….. Los bancos centrales, y el BCE en particular, no cesan en su empeño de adoptar medidas de política monetaria no convencionales. Los mercados, de nuevo, han aplaudido los anuncios del Banco Central Europeo en su reunión del 10 de marzo de 2016.

Podemos, sin embargo, cuestionarnos sobre el significado y el alcance de estas medidas así como su acumulación en el tiempo. De hecho, es paradójico constatar que los inversores recibieron muy abiertamente cualquier nueva medida que viene a frustrar su «libre-arbitraje». ¿Han perdido el rumbo? ¿Cuáles son a corto y medio plazo las potenciales consecuencias?

La economía de mercado o el sistema capitalista se basan en un principio fundamental: la capacidad de los inversores para favorecer de forma permanente proyectos económicos que prometen los mejores rendimientos por unidad de riesgo consumido. Esto es lo que subyace de los ciclos de inversión – innovación – producción – empleo – consumo.

Ahora surge la pregunta de si dichos tipos de interés negativos, y en consecuencia el muy bajo coste de capital resultante, como «topes» establecidos por los bancos centrales sobre la volatilidad natural de un número cada vez más grande de clases de activos e instrumentos financieros, favorecerían verdaderamente este ciclo y, por tanto, el rápido retorno a un estado de crecimiento económico estable y sostenible.

En realidad, esta política produce al menos dos potenciales efectos generadores de inestabilidad. Ahora, junto con una regulación pro-cíclica, dirige a los inversores hacia activos poco o nada rentables, en los que los ahorradores racionales nunca habrían usado en tiempos «normales». También lleva, a menudo por defecto, parte del ahorro hacia proyectos innovadores y potencialmente rentables (nuevos modelos de negocio digitales, infraestructura, biotecnología …).

Pero estos proyectos son por definición más arriesgados y menos numerosos. Este movimiento provoca una inflación de los precios de estos activos y, potencialmente, la aparición de una nueva burbuja. Entonces, ¿cómo explicar la reacción de los inversores que ahora esperan cada trimestre a los bancos centrales en su juego que distorsiona las reglas de la buena asignación del capital?

Los inversores son, de hecho, perfectamente racionales. Los problemas económicos revelados por la crisis de 2008 son estructurales y relacionados con el endeudamiento global. Las opciones son por desgracia menores: la recuperación del crecimiento, junto con la inflación, aminorará con el paso del tiempo, esta deuda insostenible, pero también facilitará la necesaria reestructuración de las deudas que son una carga para las generaciones futuras.

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