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La sorprendente resiliencia de los mercados emergentes

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Si echamos la vista atrás, cada vez que la FED ha subido los tipos de manera agresiva para contener la inflación el dólar se ha disparado, las condiciones financieras globales se han endurecido y la economía mundial ha entrado en desaceleración. Pero hay algo que no está siguiendo el guion. Cuando todo haría pensar que los mercados emergentes entrarían en crisis, hay en cambio una calma inquietante.

Durante décadas los países con ingresos medios de rápido crecimiento han supuesto una fuente de problemas financieros. Al principio de los ochenta, la cruzada de la FED contra la inflación de doble dígito supuso una crisis de deuda en Latinoamérica. En 2010, la normalización de las políticas tras la crisis financiera global agitó a un grupo de países emergentes que dependían en exceso de la inversión extranjera para crecer (Brasil, Indonesia, India, Suráfrica y Turquía). Algo así se esperaba con la subida de tipos actual.

Aun así, la mayoría de países emergentes están sobrellevando bien la crisis. El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que las economías emergentes superarán sustancialmente a las ricas este año y el que viene, pese a la desaceleración de China y la contracción de Rusia.

Esta resiliencia de los emergentes es en parte una historia de maduración. Los mercados financieros locales de estos países han ido creciendo y los bancos han ido mejorando su gestión. También ha mejorado la formulación de políticas: los políticos han ido aprendiendo de los peligros de presupuestar erróneamente y de los grandes déficits por cuenta corriente. Los bancos centrales son más independientes y han adoptado los enfoques de objetivo de inflación que se usan en los mercados más desarrollados.

Las mejoras han demostrado su valor en los últimos dos años. Muchos bancos centrales de países emergentes empezaron a subir tipos mucho antes que sus contrapartes de mercados desarrollados. Esto evitó que la inflación en estos países se disparase fuera de control y también frenó las caídas de las divisas.

Mientras tanto, en los países ricos, los bancos centrales que van a rebufo del programa de ajuste de la FED, como es el caso del Banco Central Europeo y del Banco de Japón, han experimentado depreciaciones vertiginosas de sus respectivas monedas incluso sin haber visto el pico máximo de la inflación.

Las reservas de divisas de los países emergentes también han mejorado. Durante estos años de bonanza se han dedicado a comprar activos en monedas de reserva como el dólar. Esto reduce el ritmo de apreciación de sus divisas y les permite construir una pila de activos seguros. Además, estas reservas se pueden desplegar para ralentizar la depreciación de sus divisas cuando los inversores quieran optar por activos más conservadores.

Estas reservas demuestran ser más valiosas en el grueso de una crisis, cuando se pueden usar para pagar importaciones críticas o para cumplir con los pagos de deuda en divisas reafirmando a potenciales inversores el cumplimiento de las obligaciones de pago.

Las economías emergentes también han abordado su mayor debilidad, su incapacidad para pedir prestado en su propia divisa. Tras la crisis financiera global, los retornos de los bonos de países ricos cayeron obligando a los inversores a buscar rentabilidad en otros sitios. Esta búsqueda, combinada con una mejora en la gestión económica permitió a las autoridades cambiar los préstamos a bonos en moneda local.

La estabilidad puede conducir a una mayor toma de riesgos. Cuanto más saneada sea la posición financiera de los mercados emergentes puede llegar a permitir que se asuma más deuda de la que podría considerarse como aceptable incluso para los países ricos, así que estas mejoras no están exentas de nuevos riesgos.

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