Dada la situación actual, las cadenas de suministros están buscando una transformación. Lo vemos en los 9 billones en inventario usado como reserva en caso de escasez e inflación o en la búsqueda de trabajadores al cambiar las empresas Vietnam por China como centro de producción. Estos cambios se basan en buscar una mayor seguridad no, como se venía haciendo hasta ahora, en buscar la mayor eficiencia. Se está priorizando hacer negocios con gente en la que puedas confiar, en países con gobiernos favorables al tuyo. Los mayores peligros de este cambio son el proteccionismo, un potencial excesivo poder del gobierno en las empresas y un aumento de la inflación.
Tengamos en cuenta que la globalización hipereficiente que hemos tenido también tiene problemas: desde flujos de capital volátiles que desestabilizan los mercados financieros hasta trabajadores menos cualificados de países ricos sin hueco en el mercado laboral. Recientemente, además, han aparecido dos nuevos problemas a esta hipereficiencia en las cadenas de suministros.
El primero ha sido darse cuenta de que hay algunas cadenas de suministro que no tienen un valor intrínseco tan bueno como a priori puede parecer. Éstas han mantenido los precios reducidos hasta que se han roto y han disparado los costes hasta hacerlos inasumibles. Los cuellos de botella que hemos visto este año han reducido el PIB global al menos un 1%, afectando tanto a los consumidores como a los accionistas. Un ejemplo: la escasez de microchips ha estancado la producción automovilística haciendo que los flujos de caja de los fabricantes hayan caído un 80% interanualmente.
El segundo problema es que la búsqueda resuelta de una ventaja en los costes ha llevado a la dependencia de autocracias que no respetan los Derechos Humanos y usan el comercio como arma coercitiva. Las esperanzas que la integración económica llevase a estas autocracias a hacer reformas no se han cumplido mientras que sí han ido ganando en importancia hasta contribuir un tercio del PIB mundial.
Un indicativo de que las empresas están cambiando eficiencia por resiliencia es el aumento masivo de inventario preventivo. Para las 3.000 mayores empresas mundiales ha aumentado del 6% al 9% desde 2016. Muchas empresas están, también, adoptando una política de abastecimiento dual con contratos a largo plazo. El modelo de inversión de las multinacionales se ha invertido y ha pasado de empresas matrices que envían el capital de manera transfronteriza a filiales locales que reinvierten localmente.
Las industrias que están soportando mayor presión están reinventando sus modelos de negocios, en parte motivadas por los propios gobiernos que están buscando una “autonomía estratégica”. En el sector de la energía, Occidente está buscando acuerdos a largo plazo con aliados en lugar de recurrir a un mercado controlado en su mayoría por autocracias no-aliadas. El auge en renovables también contribuirá a hacer el mercado energético un mercado más regional.
El problema puede venir porque una razonable búsqueda de seguridad derive en proteccionismo desmedido y dinero público destinado a subsidios sinsentido. A largo plazo la ineficiencia de replicar las cadenas de suministros sería enorme, si se duplicase un cuarto de toda la actividad de las multinacionales los costes operacionales y financieros extras podrían exceder el 2% del PIB mundial.
No se debe olvidar que la mejor manera de ganar resiliencia es la diversificación no la concentración local. Un nuevo balance entre eficiencia y seguridad es un objetivo razonable, vivir en un aislamiento subsidiado no.