Después de la celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Glasgow, COP26, podemos sacar diversas conclusiones en función de a quién preguntemos, pero sobre la que parece haber unanimidad es que hay un crecimiento de la financiación climática. Las instituciones financieras, que representan más de 8 billones de euros en activos, se comprometieron a eliminar la deforestación de sus carteras de inversión ¿Puede el sector financiero realmente contribuir a salvar el planeta?
A priori debería jugar un papel importante. Cambiar los combustibles fósiles por fuentes de energía más limpia implicará una reasignación de capital inmensa. En 2030, alrededor de 3,50 billones de euros en gasto en energías limpias serán necesarios cada año, el triple de los niveles actuales. En un mundo ideal, la búsqueda de beneficio por parte de los inversores institucionales estaría alineado con la reducción de emisiones lo que obligaría a las empresas a controlar sus emisiones.
Desafortunadamente para el planeta, el sector financiero se encuentra con varios obstáculos para salvar el planeta. El primero de estos es el alcance. The Economist estima que las empresas cotizadas no controladas por estados son las responsables del 14% al 32% de las emisiones globales. Esto quiere decir que las empresas controladas por estados como Coal India o Saudi Aramco, la mayor productora de petróleo, son la mayor parte del problema y quedan lejos de la influencia del sector financiero.
Un segundo obstáculo sería la medición. A día de hoy no hay una manera precisa de medir la huella de carbono de una cartera de inversión sin solapar mediciones. Las emisiones de un barril de petróleo podrían aparecer en la huella que emiten las empresas que perforan, refinan y queman el petróleo. Por no hablar de las metodologías detrás de la atribución de emisiones a los flujos financieros que tienden a ser más imprecisas.
El tercer obstáculo serían los incentivos. Las empresas que ofrecen servicios de inversión buscan maximizar las ganancias ajustadas al riesgo, estrategia que no tiene por que alinearse con la reducción de emisiones de carbono. La manera más sencilla de reducir la huella de carbono en una cartera diversificada es reducir la parte de los activos que más contaminantes, pero estas empresas no tardarán en encontrar nuevos inversores ya que hay muchas empresas muy rentables financieramente pese a ser muy contaminantes. La Unión Europea está implementando informes de carbono obligatorios para las empresas, algunas instituciones quieren estandarizar la forma en que se divulgan las medidas climáticas y cada vez más los inversores institucionales están financiando nuevas tecnologías, pero todavía tenemos un largo camino por recorrer.