Si Donald Trump ganase las elecciones de noviembre no cabe duda que habría un gran cambio en las políticas comerciales estadounidense, entre otras, como se desprende del manifiesto presidencial del partido republicano. Leyendo el documento uno espera que los socios comerciales de EE. UU. sufran un aumento de aranceles y mayores restricciones.
Si se observan los socios comerciales de EE. UU. se puede intuir cuáles saldrían peor parados de cara a un segundo mandato de Trump.
El socio comercial más damnificado sería sin duda México ya que unas leyes migratorias más restrictivas afectarían a los millones de mexicanos que cruzan la frontera legal e ilegalmente. Además, si tenemos en cuenta datos de reciente publicación que sitúan al país centro americano como el mayor exportador a EE. UU., por encima de China, y tenemos en cuenta que el déficit comercial (el de México ha aumentado un 37% desde 2020) es uno de los principales puntos de fricción para Trump podemos afirmar que será uno de los principales perjudicados.
También hay que tener en cuenta que, en 2026 México, Canadá y EE. UU. tienen que decidir si mantienen su tratado de libre comercio USMCA. Fue el propio Trump el que firmó dicho documento, pero nada garantiza que no utilice su renovación para conseguir concesiones de su vecino del sur.
Otros países de Suramérica como Costa Rica y Panamá, dependientes de la ayuda militar de EE. UU. y con un gasto militar muy bajo, o República Dominicana, El Salvador y Honduras; países muy vulnerables a unas políticas migratorias más estrictas también se verían muy afectados.
Alemania es otro socio comercial que saldría damnificado, probablemente el que más dentro de sus aliados de la OTAN. En su primera presidencia, Trump quiso retirar 12.000 tropas de suelo alemán y criticó su bajo gasto en Defensa (los miembros de la OTAN deben gastar al menos un 2% de su PIB). En un segundo mandato, Trump podría reducir la ayuda militar a Ucrania como forma de presionar a sus aliados para que aumenten su gasto militar.
Si nos fijamos en Asia, el país que más papeletas tiene de salir perjudicado es China, con el que ya hubo una guerra comercial cuando Trump fue investido presidente. En sus intervenciones, Trump ha avisado que quiere una mayor desvinculación del gigante asiático y ha amenazado con imponer unos aranceles del 60% a todos sus productos.
En la otra cara de la moneda países como Araba Saudí, sin apenas intercambio de bienes con EE. UU. salvo por la compra de armas; Australia, con grandes acuerdos comerciales en el sureste asiático que le dan independencia, o Rusia, con la que se han cortado todos los lazos comerciales con Occidente, serían los países que menos tienen que perder a nivel comercial con una vuelta del expresidente.
Pese a todo, Trump no tendría poder total para imponer todas las medidas que anuncia. Muchos republicanos están en contra del aumento de aranceles. Restricciones en inmigración podrían tener impedimentos en los Tribunales, los demócratas y las empresas que tendrían problemas para contratar empleados.
Si que habría que seguir sus movimientos en política internacional donde ya ha amenazado con abandonar los acuerdos de París o incluso abandonar la OTAN. El 5 de noviembre no sólo estará EE. UU. pendiente sino el resto del mundo porque de los resultados dependerán varios socios comerciales de EE. UU. Como ocurre siempre con la política americana “es la economía, estúpido” (the economy, stupid) que le dijo Clinton a Bush padre en un debate electoral.