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Flexibilidad y gestión activa, un binomio crucial para invertir en renta fija

Ha sido difícil buscar un lugar donde esconderse en los mercados financieros los últimos meses, especialmente para los inversores europeos. Desde mediados de abril, la bolsa, los bonos soberanos y el crédito han caído, además de haberse depreciado el dólar frente al euro. Sin embargo, los datos macroeconómicos alientan las esperanzas de la recuperación. La desaparición de los temores deflacionistas y la mejora de los indicadores económicos en la zona euro, han provocado un rebote de los tipos a largo plazo en Europa desde los mínimos históricos que se tocaron en las primeras semanas cuando comenzó el QE. En Estados Unidos, por su parte, la esperada aceleración del crecimiento, tras un débil invierno apoya el hecho de que la Fed vaya a aumentar probablemente los tipos antes de finales de año.

A pesar de este renovado optimismo, lo cierto es que en los mercados no hay que dar nada por seguro, por lo que en la coyuntura actual la flexibilidad y la gestión activa se han convertido más que nunca en dos características casi imprescindibles para un fondo de inversión, independientemente del activo en el que invierta. Si lo que se pretende es invertir en deuda, uno de los productos que cumple perfectamente estos requisitos es Oyster European Fixed Income, un fondo de renta fija flexible que combina en la cartera bonos soberanos y corporativos con el objetivo de obtener rendimientos estables.

Para lograr dicho objetivo, se lleva a cabo un análisis top-down que comienza con una evaluación del entorno macroeconómico actual y su pronóstico para los próximos 3-6 meses. Se analizan tanto los datos macroeconómicos como los indicadores de sentimiento, lo que permite a Fabrizio Quirighetti, gestor del fondo, combinar las evidencias empíricas con su conocimiento de los mercados financieros para tratar así de comprender el contexto y anticipar la tendencia del crecimiento económico, la política monetaria y la inflación. El resultado de este análisis permite posicionar la cartera en términos de duración, asignación de activos e identificar posibles oportunidades fuera del mercado de los bonos denominados en euros.

A partir de ahí selecciona los bonos en función de las oportunidades que surgen en el mercado primario, de la identificación de bonos infravalorados, emisiones que no han sido bien comprendidas por los inversores o que permitan tener una posición estratégica en la curva de rentabilidad. La cartera suele componerse de entre 30 y 150 posiciones y puede invertir hasta el 50% de los activos en deuda corporativa. Dichas emisiones tienen que tener un tamaño mínimo de 500 millones de euros.00

En la cartera, la deuda financiera suele tener un papel protagonista, pero centrándose centrarse en emisiones senior y evitando la deuda subordinada. Además, estas posiciones suelen tener una duración más corta que la de otros sectores. Además, tampoco invierte en instrumentos complejos u otras modalidades como ABS o MBS. En cuanto a la calificación crediticia, el fondo no puede invertir más de un 10% en emisiones que no sean grado de inversión o que no cuenten con calificación.

 

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