Compañías de calidad y largo plazo: los mejores ingredientes para estar protegido en Bolsa

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Si algo hemos vuelto a aprender este 2020 es que los sucesos improbables ocurren. Los cisnes negros existen. Y el Covid-19 ha sido el cisne negro de 2020. Pocos podían imaginar que una pandemia que paralizara prácticamente todo el planeta podía ser posible. Pero así ha sido.

En estos momentos, con la mayoría de países en la famosa fase de “desescalada” y las instituciones pensando en cómo ingeniárselas para evitar una crisis económica global sin precedentes (difícil tarea), los inversores ya se preguntan si lo peor ya lo hemos dejado atrás y esperan ansiosos el mejor momento para invertir en lo que parece una de las mejores oportunidades de inversión del siglo XXI.

Personalmente, siempre creo que el mejor momento para invertir es “ahora”. Cuanto antes pongamos a trabajar al interés compuesto para nosotros, mejores serán los resultados a largo plazo. Y en este momento, con una de las caídas bursátiles más intensas de la historia económica, esa opinión se refuerza. El Covid-19 nos ha dejado una de las mejores oportunidades de inversión de los últimos años y sería un error seguir esperando el mejor momento para invertir. Nadie tiene visibilidad acerca de lo que va a hacer el mercado en el próximo mes o en el próximo trimestre, pero si algo parece claro es que, tarde o temprano, la economía se va a recuperar y los buenos negocios seguirán existiendo.

Y ese ha sido el mayor aprendizaje de la crisis del Covid-19. Los cisnes negros existen y los buenos negocios siempre sobreviven. Por ello, invertir en negocios de calidad no es solo una buena forma de obtener rendimientos extraordinarios a largo plazo, sino que es la mejor protección ante los cisnes negros.

Nuestra filosofía de inversión pivota sobre tres pilares básicos: la calidad del negocio como prioridad, un equipo de gestión brillante que tenga los intereses alineados con los accionistas y una valoración atractiva que nos permita asegurar un margen de seguridad más que suficiente para nuestras inversiones. Esta crisis nos ha vuelto a demostrar que la calidad es un requisito crítico. Mientras que, la paralización de la economía ha tenido un fuerte impacto sobre muchos negocios, especialmente sobre aquellos con un fuerte componente cíclico, otros negocios han resistido muy bien y no presentan ningún problema para hacer frente al confinamiento del planeta. Esos negocios comparten algunas características, como pueden ser unos elevados márgenes y retornos sobre el capital, una posición de liderazgo, fuertes ventajas competitivas, un excelente equipo de gestión o un balance saneado con una posición de caja neta (sin problemas de liquidez o solvencia), lo que les permite soportar situaciones de estrés como la actual sin que su valor a largo plazo se deteriore por un mal trimestre o un mal año.

A veces cometemos el error de pensar que una compañía “barata” es mejor inversión que una compañía “cara”, sin valorar la calidad de uno y otro negocio. Suele ocurrir que las compañías baratas lo están por algo, de la misma forma que las compañías caras se merecen esos múltiplos. Cuanto mejor es el perfil de crecimiento de una compañía, cuanto mayores son sus márgenes y sus retornos sobre el capital, cuanto mejor es su equipo de gestión, cuanto más fuertes son sus ventajas competitivas y cuanto mejor es su estructura de capital, mayor será el valor de ese negocio y mayores serán los múltiplos que estaremos dispuestos a pagar por ello. Y cuando más apreciamos la importancia de la calidad es cuando ocurren cisnes negros.

A nadie debería extrañar a estas alturas que el sector bancario europeo esté en mínimos históricos ni que el sector tecnológico americano esté en máximos históricos. Los bancos europeos seguirán estando baratos y las tecnológicas americanas seguirán estando caras. Se trata de una cuestión de generación de valor. Y, mientras los bancos europeos siguen destruyendo valor para los accionistas (condicionados, eso sí, por las políticas monetarias asfixiantes del BCE), las grandes compañías tecnológicas siguen creciendo de manera rentable, lo que se ha traducido en una generación de valor para el accionista sin precedentes. Es la calidad del negocio lo que determina en gran medida la generación de valor a largo plazo de una compañía y lo que explica la cotización de las acciones. Por tanto, cuanto mayor sea la calidad del negocio, mayor será el valor generado. Si Cellnex sigue cotizando a múltiplos exigentes y Telefónica sigue deprimida es por una cuestión de calidad del negocio, por la capacidad de ambas para crear valor para sus accionistas.

A lo largo del tiempo, se ha discutido mucho acerca de cual es el factor más importante a la hora de tomar decisiones de inversión, pero la realidad es que, cuando observamos las cotizaciones de las compañías a largo plazo, son una consecuencia del crecimiento y la rentabilidad del negocio, es decir, es una consecuencia de la calidad del mismo. El mayor referente del value investing en la actualidad, Warren Buffett, supo adaptarse a los nuevos tiempos y su filosofía de inversión fue dando cada vez más prioridad a la calidad como pilar esencial, en lugar de la valoración del negocio (que seguía siendo importante). Y hoy más que nunca, vuelve a quedar demostrado que la calidad del negocio es el factor más relevante a la hora de gestionar inversiones.

Decía Benjamin Graham que una operación de inversión es aquella que, tras un análisis exhaustivo, promete una seguridad del capital y un rendimiento satisfactorio. Si a esta definición añadimos el requisito del largo plazo como una de las claves para obtener excelentes resultados, el componente de calidad a la hora de invertir en compañías se convierte en un pilar básico. Solo a través de compañías de calidad podremos obtener rendimientos satisfactorios a largo plazo y estaremos protegidos ante los cisnes negros que ocurran a lo largo del tiempo.

Álvaro Jiménez

Gestor de inversiones en Gesconsult

Tiempo de inversión (18/06/2020)

Radio

Escucha la intervención de Antonio Banda, CEO de Feelcapital, en el espacio ‘A fondo con Feelcapital’ que conduce Manuel Tortajada en el programa «Tiempo de inversión» de Radio Intereconomía, junto a Iván Díez Sainz, director para Iberia y LATAM en @GroupamaAM_ES

La tertulia sobre mercados y fondos de inversión puede escucharse en directo los jueves a partir de las 19:30.

La más severa y corta de las recesiones

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En los países desarrollados, se espera que el PIB real se contraiga entre un -7% y un -12% en 2020. Esta cifra es aproximadamente siete veces la dimensión de una recesión típica. La caída de la actividad se ha extendido en torno a dos meses, cinco veces menos que la duración media de una recesión típica. La gravedad y la brevedad son las dos características de este ciclo económico. Parece que ya ha comenzado el rebote, que sin duda se intensificará durante unos meses, sobre todo porque los bancos centrales han corregido sin demora el endurecimiento de las condiciones financieras. Dicho esto, el shock puede tener efectos retrasados (quiebras) que hacen que recuperar la economía hasta los niveles anteriores sea un espejismo a corto plazo.

¿Ya ha terminado la recesión por la pandemia?

¿Podría esta recesión económica, la más severa de la historia moderna, ser también la más corta? Esta fue la pregunta que nos surgió el pasado marzo al comienzo del confinamiento generalizado y el cierre de la actividad económica. Es un eufemismo decir que lo que hemos experimentado desde entonces está fuera de lo común, si nos referimos a los acontecimientos económicos y financieros, así como a las acciones de política económica. Si observamos con perspectiva, podemos apreciar mejor la magnitud de la conmoción y los primeros signos de su reversión. Es un hecho que estamos tratando con la recesión más severa y más corta. Estas dos características no envían la misma señal para la recuperación.

La gravedad del cierre forzoso de gran parte de la actividad económica comenzó hacia el final del primer trimestre en la mayoría de los países desarrollados y continuó en abril. La reanudación de la actividad se inició en mayo, pero sólo gradualmente. El shock fue tan repentino y severo que incluso las cuentas nacionales del primer trimestre muestran evidencia de ello, pero es en el segundo trimestre cuando el impacto negativo sobre el crecimiento será mayor. En promedio para estos países, la contracción del PIB real fue del 2% en el primer trimestre frente al trimestre anterior (es decir, -8% sobre una base anualizada). Prevemos una disminución trimestral del 13% de abril a junio (es decir, -43% sobre una base anualizada).

El efecto de arrastre es tal que la previsión para todo el año se reduce drásticamente, incluso asumiendo un fuerte rebote técnico en la segunda mitad del año. A nivel mundial, nunca habíamos visto que las previsiones se revisaran tan rápidamente y cayeran tan bajo.

A mediados de abril, el FMI preveía que cerca de 150 países estarían en recesión en 2020, una cifra mucho mayor que durante la Gran Recesión de 2008-2009

Autor: Bruno Cavalier, economista jefe de ODDO BHF


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