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El avance imparable de la inversión socialmente responsable

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La inversión socialmente responsable no es una moda pasajera. Es un movimiento imparable que ha llegado para quedarse y que refuerza la necesidad de que el sector financiero dé un paso al frente a la hora de producir un impacto no financiero en la sociedad. El mercado español ha tardado en detectar la llegada de esta tendencia, pero notamos que cada vez hay más interés por parte de los inversores en que sus ahorros contribuyan a crear un mundo mejor para todos. Los líderes de la industria tenemos que reforzar nuestro compromiso con la promoción de las mejores prácticas de gobierno corporativo y con hacer que el patrimonio que gestionamos tenga un impacto social cuantificable. De hecho, es en este último punto en el que tenemos que insistir, ya que las grandes firmas del sector tenemos que trabajar codo a codo con las entidades reguladoras para establecer un sistema que mida la sostenibilidad de los productos financieros. Es necesario que se desarrolle un procedimiento de etiquetado que indique en qué medida contribuye un fondo concreto a construir un mundo mejor para todos. Esta etiqueta determinaría si el producto ayuda a fomentar las mejores prácticas de gobierno corporativo o si contribuye a crear un mundo más sostenible para las generaciones futuras. Es alentador ver que se están dando los primeros pasos para llegar a este punto, ya que la Unión Europea ya ha establecido comités de expertos en los que representantes destacados del sector financiero combinan sus capacidades para avanzar en este sistema de medición. Países como Francia, Alemania o los nórdicos ya están demostrando un fuerte compromiso con la promoción de la inversión socialmente responsable. Las autoridades de estos países han establecido que los fondos que forman parte de los mandatos públicos de pensiones deben cumplir criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno corporativo (ESG, por las siglas en inglés de environmental, social y corporate governance). Además, la aprobación de este sistema de etiquetado de sostenibilidad obligaría a las firmas del sector de gestión de activos que todavía no han abrazado esta tendencia a tener que adaptar sus estrategias para que sean más sostenibles. Este hecho respondería al mismo tiempo a la fuerte demanda que existe en la calle por estos productos: uno de nuestros estudios reflejaba recientemente que un 73% de los inversores finales quieren que su dinero se alinee con sus valores personales. El problema reside en que muchos intermediarios financieros desconfían de esta tendencia y evitan que la oferta de productos sostenibles llegue a los inversores finales. La cooperación entre las firmas de la industria y las autoridades reguladoras es clave para solucionar este problema, ya que hará entender a muchas entidades implicadas que la inversión socialmente responsable no es una tendencia pasajera, al mismo tiempo que pondrá de manifiesto la huella sostenible de estas estrategias. De todos modos, los líderes de la industria no podemos quedarnos con los brazos cruzados mientras se materializa este avance. Tenemos que seguir dedicándonos a encontrar las compañías que mejor lo hacen, tanto desde un punto de vista financiero como extrafinanciero. La inversión socialmente responsable no es una moda. Es una realidad estructural y seguiremos abanderando esta revolución. Seguiremos llevando los beneficios de la inversión socialmente responsable a todos los rincones de la industria y seguiremos respondiendo a la voluntad de los inversores de hacer que su dinero sea capaz de crear un mundo mejor para todos.   Autor: Sophie del Campo, directora general para Iberia, Latam y US Offshore en Natixis Investment Managers

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