Fondos de inversión
La percepción del riesgo de acuerdo con Behavioural Finance puede verse afectada tanto por los aspectos afectivos como por los cognitivos. Como se muestra en los resultados de los experimentos, la gente rara vez percibe el riesgo como una medida objetiva, sino como una cuestión subjetiva (Mertz, Slovich y Purchase, 1998; Ganzach, 2000; Slovic, 2000).
En cuanto al componente emocional, Loewenstein et al. (2001) acuñó la expresión «riesgo como sentimiento» para resumir la idea de que las decisiones bajo riesgo e incertidumbre se basan no sólo en una evaluación «cognitiva / racional» del riesgo, sino también en una respuesta afectiva. Cuando la evaluación racional y la respuesta emocional son diferentes, esta última normalmente prevalece. Además, los cambios en la distribución de probabilidades parecen afectar sólo el componente racional.
La percepción del riesgo también puede ser sensible a los juicios positivos o negativos basados en asociaciones mentales que no tienen nada que ver con la evaluación económica o financiera (MacGregor et al. 2000).
Los problemas cognitivos se relacionan con la forma de recopilar y procesar la información y pueden estar distorsionados por la heurística (la familiaridad, la disponibilidad, el anclaje) los efectos de marco, los rasgos psicológicos como el optimismo y el exceso de confianza. En cuanto a la heurística, las personas puede que consideren las acciones con mayor cobertura en los medios de comunicación (es decir, las poblaciones más familiares) como seguras independientemente de sus características de rentabilidad / riesgo.
El efecto de formulación convierte al contexto de preferencias de riesgo dependiente. Puesto que cualquier problema puede ser descrito de varias maneras diferentes, situaciones parecidas pueden abordarse de varias maneras distintas. Por ejemplo, cuando una decisión se enmarca en términos de posibles ganancias, las personas se vuelven adversas al riesgo. A la inversa, cuando la misma decisión se describe en términos de posibles pérdidas las personas se convierten en amantes al riesgo, ya que están más dispuestas a aceptar una mayor volatilidad con el fin de limitar las pérdidas (Olsen, 1997).
Este comportamiento refleja la actitud individual de aversión al riesgo en el dominio de las ganancias y un amante del riesgo en el dominio de las pérdidas. Esto se debe también a la aversión a la pérdida, es decir, la tendencia de las personas a preferir encarecidamente evitar pérdidas que adquirir ganancias.
Algunos estudios sugieren que las pérdidas son dos veces más potentes, psicológicamente, que las ganancias. La aversión a perder puede causar inercia, a menudo con consecuencias negativas, y también puede alentar el cortoplacismo (también llamado aversión miope de la pérdida).