Tras la victoria del partido de izquierdas Syriza, Grecia y Europa estaban condenadas a entenderse. Antes del 25 de enero ya se hizo evidente el arduo problema de sostenibilidad de la deuda griega, que representa a día de hoy más del 176% del PIB, y la imposibilidad que tenía este país de obtener financiación. El gobierno de Alexis Tsipras barajó incluso la posibilidad de pedir un préstamo a China o EEUU, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con la Troika.
Sin embargo, después de casi un mes de duras negociaciones, el pasado viernes Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, anunció el pacto alcanzado entre Grecia y los socios del euro.
El texto del acuerdo ratifica que el Eurogrupo se compromete a prorrogar el rescate del país heleno durante cuatro meses más. Esto supondrá un respiro para el gobierno griego (que no tenía remanente para pagar las pensiones) y, por consiguiente, el derecho a recibir los últimos desembolsos del rescate –esta cifra se eleva a 3.600 millones de euros- y a utilizar aproximadamente 11.000 millones de euros en bonos, con el fin de poder recapitalizar los bancos griegos. Recordemos que el plazo para prorrogar el segundo tramo del rescate firmado a finales de 2011 concluía el 28 de febrero.
Pero todo tiene un coste y Grecia tiene que adoptar y poner en práctica una serie de medidas antes de que se produzca el desembolso monetario. Entre las medidas a seguir se encuentran (podéis ver el listado completo aquí): racionalización del gasto público, lucha contra la corrupción y reforma de la política del IVA, entre otros aspectos.
Finalmente, estas medidas van encaminadas a poder pagar la deuda que tiene con los acreedores (más de 240.000 millones de euros). El 75% de esa cuantía está en manos de los socios europeos y el FMI. De entre ellos, el que más deuda griega tiene en los balances de sus bancos es Alemania (casi un 30% del total), situándose en segunda y tercera posición Francia e Italia, respectivamente. España es el cuarto país con un mayor volumen de préstamos a Grecia (26.000 millones de euros).
El futuro de la Europa que viene tiene que basarse en la unidad de intereses, en la moneda única y en las políticas económicas comunes. Grecia solo puede adaptarse y no perder el tren. Al populismo siempre le vence la realidad.