Una de las mayores críticas que se les ha hecho a los bancos centrales es que fijar los tipos de interés, especialmente si se hace a la baja, interfiere con el normal funcionamiento del libre mercado.
En un sistema monetario basado en el papel y la electrónica, los responsables no tienen más remedio que establecer lo que se denomina un ancla nominal, un vínculo que determina el valor del dinero. Existen innumerables teorías y evidencias que sustentan el enfoque moderno de vincular los tipos de interés con el fin de controlar la inflación, pero las “anclas nominales” no dejan de ser de alguna manera arbitrarias ya que el dinero físico no tiene ningún valor inherente.
Para muchos críticos de los bancos centrales los tipos de interés son la recompensa por aplazar la gratificación, por prestar dinero que podrían haber gastado hoy. Por esta razón argumentan que si los tipos de interés caen a niveles muy bajos se penaliza a los ahorradores además de generar inestabilidad financiera.
Mientras que para los banqueros centrales el determinante último de los tipos de interés es el balance global entre ahorro e inversión es cierto que, a lo largo del tiempo, para llevar mejor el control de este balance los banqueros han fijado objetivos de inflación que, a veces, desvirtúan esa fijación de tipos. No obstante, durante la última década, los tipos de interés han sido bajos, en gran parte, porque el nivel de ahorro ha aumentado como consecuencia del aumento del envejecimiento de la población.
Todos están de acuerdo en que los tipos de interés bajos hacen que aumente la asunción de riesgos financieros, situación que los economistas no son capaces de explicar. En teoría, los tipos de interés bajos deberían hacer que la deuda fuese igual de barata para todos, pero la realidad es que aquellos tomadores de deuda de mayor riesgo son los que más se benefician.
Probablemente la solución, como muchas veces pasa, esté en algún punto intermedio entre que los bancos centrales inyecten billones en los mercados de deudas y dejar que sean los mercados los que regulen el balance entre ahorro e inversión. Sin embargo, con la inflación al alza los bancos centrales no tienen claro si acelerar la subida de tipos o mantenerse neutrales y permitir que sea la inflación la que se autoregule.